Escuela italiana; finales del siglo XVII.
“Santa Margarita”.
Óleo sobre cobre.
Conserva marco del siglo XVII de madera ebonizada.
Medidas: 22 x 17 cm; 28 x 23 cm (marco).
Hija de un sacerdote pagano, Margarita, o Marina de Antioquía, se convirtió al catolicismo gracias a la influencia su ama de cría, quien la alimentó siendo un bebé, le enseñó las creencias cristianas. Convencida de su nueva fe, Margarita se hizo bautizar cuando tenía 12 años provocando el rechazo de su familia. Alejada de los suyos, Margarita se dedicó al pastoreo de ovejas. Cuando tenía 15 años, un prefecto romano se prendó de ella y le pidió que se casara con él. La joven rechazó el ofrecimiento a causa de su nueva fe. La negativa al prefecto le abrió el camino del martirio. En este punto, la leyenda ha creado una serie de imágenes de lo más fantásticas. La más llamativa fue su enfrentamiento con un dragón, al que venció gracias a una cruz que llevaba consigo. La lucha con este animal legendario la relacionó también con la figura de San Jorge, por lo que en alguna ocasión se la representó con una corona como si fuera la princesa de la leyenda del santo. Según la leyenda, Margarita sobrevivió a todos los martirios a los que se le sometió por lo que los romanos recurrieron a la decapitación para terminar con ella. Su leyenda fue declarada apócrifa en 494 por el Papa Gelasio I. Durante la Edad Media se extendió su popularidad gracias a la protección que se le atribuía de las mujeres parturientas. En el proceso del parto se invocaba a menudo a Santa Margarita para que protegiera a la madre y al hijo.