Escuela española de principios del siglo XX. Siguiendo modelos de PETER PAUL RUBENS (Siegen, Alemania, 1577 – Amberes, Bélgica, 1640).
“Cristo crucificado”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado ilegiblemente y fechado (1917) en el ángulo inferior derecho.
Presenta restauraciones.
Medidas: 120 x 80 cm; 145 x 104 cm (marco).
La obra que nos ocupa presenta a Cristo crucificado sujeto por tres clavos a la cruz (uno en los pies y otros dos en los brazos), coronado por una corona de espinas y cubierto con un escueto paño de pureza, siguiendo modelos instaurados por Pablo Paul Rubens.
La crucifixión de Cristo es el tema central de la iconografía cristiana y especialmente de la católica. A Cristo se le infringió el sufrimiento que correspondía a los esclavos fugitivos o en rebelión, condena esencialmente romana pero de origen persa. Este episodio de la vida de Cristo es el más estrictamente probado como hecho histórico y es además el principal argumento de la redención de la doctrina cristiana: la sangre de Dios encarnado como hombre es derramada para la redención de todos los pecados. La representación de la crucifixión ha sufrido una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que queremos señalar tres hitos: en un principio el arte paleocristiano omitía la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representaba por medio del "Agnus Dei", el cordero místico portando la cruz del martirio. Hasta el siglo XI Cristo se representa crucificado pero vivo y triunfal, con los ojos abiertos, atendiendo al rito bizantino que no considera la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más adelante, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, mostrando los sufrimientos de la Pasión, provocando conmiseración, tal como lo refiere el salmo 22 cuando reza: "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? (...) me cerca una turba de malvados: han taladrado mis manos y mis pies (...) se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica”.