FRANCISCO DE PAULA DÍAZ Y CARREÑO (Sevilla, 1836 – Madrid, 1903).
“Retrato de Isabel II”, 1853.
Óleo sobre lienzo.
Presenta etiqueta al dorso de la Junta de Incautación y protección del patrimonio artístico.
Procedencia: General Narváez.
Firmado y fechado en el área inferior derecha.
Medidas: 63 x 53,5 cm; 73 x 62,5 cm (marco).
Esta obra sigue el modelo oficial de la reina Isabel II, establecido por Federico de Madrazo y Kuntz. La pieza se inspira en la versión de Madrazo que se encuentra en la Embajada Española en Roma, aunque en este caso solo se aprecia su busto. La pieza original muestra a una joven Isabel II de veinte años vestida con un lujoso vestido corte de raso de color azul adornado con volantes de encaje y perlas. La reina, peinada en dos bandós sobre el rostro que se recogen en su nuca, porta una espectacular corona de brillantes y perlas con forma de pera de la que está prendido un delicado velo de encaje. El escote, amplio y generoso, permite ver sus hombros y se adorna con un espléndido collar de perlas. La gallardía y solemnidad que consigue trasmitir la protagonista, unido a los delicados detalles de la pintura convirtieron esta pieza de Madrazo, en una de las más reproducidas y copiadas alcanzando así una gran fama y divulgación.
Francisco de Paula Díaz estudió Derecho entre 1852 y 1859. Durante esa época, Díaz Carreño simultaneó sus estudios de derecho con los de dibujo y pintura en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de la calle de Alcalá. Estuvo en el estudio particular de Federico de Madrazo durante esos años de aprendizaje y participó con un cuadro en la primera Exposición Nacional de Bellas Artes de 1856, siendo todavía un estudiante de 19 años. En el catálogo de la Exposición, Díaz era reconocido como discípulo de Federico.
Díaz Carreño no participó en las dos siguientes exposiciones nacionales de 1858 y 1860, aunque continuó sus estudios artísticos hasta 1861. Se trasladó a Roma, debido a la concesión por parte de Isabel II de una beca para estudiar allí durante dos años. A su vuelta a Madrid en 1864. Tras la muerte de su padre perdió parte de su posición social acomodada y se vio obligado a aumentar su renta vendiendo pequeños cuadros costumbristas y copias de maestros antiguos hechas en el Museo del Prado. Otra fuente de ingresos fueron sus dibujos, acuarelas y litografías científicas, y es posible que en el taller de Federico de Madrazo participara en la ejecución de algunas de las réplicas de los retratos oficiales hechos por éste.