DESCRIPCIÓN
Escuela española; primera mitad del siglo XVII.
“San Sebastián”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes, restauraciones, parches en la trasera y daños provocados por xilófagos.
Medidas: 167,5 x 116 cm.
En esta obra se representa al santo atado al árbol, aunque todavía no han sido clavadas las fechas sobre su cuerpo. De aspecto joven y atlético, como en normal en la representación de San Sebastián, alza su mirada al cielo, aceptando su martirio con serenidad y fe, esperando ser coronado por un ángel que parte de un rompimiento de gloria dorado y que se dirige al santo. Como es corriente dentro de la imaginería española, la escena se ha plasmado con gran dramatismo a través de la postura del santo, cuyo cuerpo se pliega en un exacerbado escorzo. Existe una gran influencia clásica en la concepción de esta obra, ejemplo de ello es el modo en el que ha sido concebido el cuerpo de San Sebastián, que posee una cierta exageración de las formas, vinculada con el manierismo. En cuanto a los preceptos más clásicos la postura nos muestra el conocimiento, por parte del artista, del canon praxitelico, con la cadera levemente elevada, cargando el peso sobre el pie izquierdo, y adelantando la pierna derecha como se intuye en esta obra. La pieza no solo presenta la figura de San Sebastián, sino que muestra a varios personajes que contemplan el martirio, aunque cabe citar, que el grupo situado en la zona izquierda de la escena, se muestran ajenos al protagonista principal, de tal modo que invita a pensar que se trata de un pasaje vinculado con el martirio.
Nacido en las Galias y criado en Milán, Sebastián fue centurión de la primera cohorte en los tiempos del emperador Diocleciano (finales del siglo III – principios del IV). Denunciado porque exhortó a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden del emperador fue atado a un poste en el centro del campo de Marte, y sirvió de diana viva a los arqueros que lo asaetearon. Pero no murió por ello. La viuda Irene, que quería levantar su cuerpo para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida. Después de su curación reapareció ante Diocleciano para reprocharle su crueldad ante los cristianos. Entonces fue flagelado, se le dio muerte a palos en el circo y su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima. Poco tiempo después, san Sebastián se aparece a santa Lucila mientras duerme para revelarle el sitio donde se encuentran sus restos, y le pide que le dé sepultura en las catacumbas.