Cibeles/Ceres. Roma, siglos II-IV d.C.
Piedra arenisca tallada.
En buen estado de conservación, aunque ha perdido la cabeza y parte de las extremidades superiores y la base. También presenta algunos golpes en el manto. Se ha limpiado y consolidado
Medidas: 42 x 24 x 17 cm.
Reconocemos a Ceres en esta figura de piedra arenisca gracias al león que la escolta junto a sus pies. La diosa solía portar una cornucopia o una gavilla de trigo en la mano izquierda. Este podría ser nuestro caso, aunque no podemos afirmarlo con rotundidad pues se ha perdido y solo queda una impronta. La mano derecha, también desaparecida, estaba apoyada sobre el pecho y no sabemos si sujetaría alguno de los otros atributos (patera, el tímpano o el cetro real). Aunque no se conserva, la diosa podría portar sobre su cabeza la corona túrrica como diosa protectora de las ciudades o el kalathos como protectora de la agricultura. La diosa frigia Cibeles, madre de los dioses y de todos los seres vivos, llamada por los romanos Magna Mater (La Gran Madre) es la diosa romana de la fertilidad, de la tierra y de la agricultura. El fenómeno del sincretismo, por el que se asimilaba un dios extranjero a otro del panteón greco romano, facilitó la propagación de estos cultos. A Cibeles la asimilaron los romanos con las diosas Rea y Ceres (Démeter). En la práctica eran consideradas la misma divinidad. Esta representación por lo tanto alude directamente a la diosa Ceres, antiquísima “diosa madre”, adorada en tierras helénicas incluso antes de la instauración de la religión “olímpica”, Ceres es considerada protectora de la agricultura, del renacer de la naturaleza, del matrimonio y “portadora de las estaciones”, debido al mito que protagoniza junto a su hija Perséfone, arrebatada al inframundo por Hades durante una parte del año, la que coincide con el invierno. Ceres fue adorada por los romanos con el nombre de Ceres, de donde deriva precisamente la etimología de “cereal”.