Arcón NAMBAN, Japón, ca. finales del siglo XVI – principios del XVII.
En madera barnizada, madreperla y apliques metálicos.
Posee restauraciones antiguas.
Expuesto en el MuVIM - Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad.
Medidas: 22,50 x 28 x 18,50 cm.
Cofre de exportación japonés realizado en madera, con decoración geométrica mediante incrustaciones de madreperla (raden) y aplicaciones metálicas. La estructura presenta tapa abombada y frente articulado con amplio escudo de cerradura en latón recortado y bisagras posteriores del mismo material. Ornamentación basada en registros geométricos y círculos radiados con centros de nácar, enmarcados por filetes de concha iridiscente. Interior en tono negro.
Ejemplo representativo de los cofres namban producidos para el comercio con Occidente durante el período Momoyama (ca. 1573–1615). Su rica decoración de madreperla y metal evidencia la maestría de los talleres japoneses en técnicas de incrustación destinadas al gusto europeo, combinando sobriedad formal y exotismo material.
Durante las últimas décadas del siglo XVI, Japón mantuvo un intenso contacto comercial y cultural con los europeos, especialmente con los portugueses y, más tarde, con los españoles establecidos en Macao y Manila. Este período, conocido como época Namban (del japonés namban-jin, “bárbaros del sur”), dio origen a una producción artística destinada al mercado de exportación, en la que los talleres japoneses adaptaron sus técnicas y materiales a los gustos occidentales.
Entre los objetos más apreciados por los mercaderes y misioneros europeos se encontraban los cofres o arcones namban, piezas de pequeño o mediano formato realizadas en madera, decoradas con incrustaciones de madreperla, lacas de diversos tonos y herrajes metálicos. Estos cofres se utilizaban como contenedores de objetos personales, documentos, joyas o reliquias, tanto en su destino doméstico como en los conventos e iglesias europeas, donde a menudo sirvieron también para custodiar objetos litúrgicos.
Su estructura, derivada de los modelos europeos de baúles de viaje, se combinaba con una ornamentación puramente japonesa, en la que predominaban los motivos geométricos y florales, así como las escenas figurativas en los ejemplares más elaborados. Esta fusión de formas y técnicas convirtió a los cofres namban en un símbolo tangible del encuentro entre Oriente y Occidente durante la era de los descubrimientos y las misiones cristianas en Asia.
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