Pareja de tejas escultóricas; China, dinastía Qing, siglo XIX.
Terracota vidriada.
Adjunta termoluminiscencia.
Presentan restauraciones.
Inscripción en el reverso.
Medidas: 56 x 53 x 14 cm; 54 x 51 x 14 cm.
Pareja de tejas escultóricas, perteneciente a la dinastía Qing y datada en el siglo XIX, ejemplo del arte arquitectónico decorativo en terracota vidriada de la China imperial. Las piezas representan jinetes sobre caballos en actitud dinámica, con los brazos en alto y los cuerpos inclinados hacia adelante, lo que sugiere un movimiento ascendente o una escena de celebración. Los caballos, capturados en un instante de galope con las patas extendidas, evocan una sensación de energía y vitalidad que caracteriza las representaciones ecuestres de la época. Las figuras se asientan sobre bases curvas, lo que indica que originalmente formaban parte de la estructura superior de un edificio, posiblemente en el alero o cumbrera, donde las esculturas no solo cumplían una función ornamental, sino también simbólica y protectora.
El uso de la terracota vidriada, con predominio de verdes, amarillos y negros, es característico del repertorio cromático de la cerámica arquitectónica Qing, heredera de la tradición sancai (tres colores) de las dinastías Tang y Ming. En términos estilísticos, las esculturas muestran un modelado vigoroso y expresivo, con un tratamiento algo esquemático de los rostros y un mayor detalle en los pliegues de las vestimentas y los arneses de los caballos. El conjunto refleja la síntesis entre el dinamismo narrativo y la función arquitectónica, típica del arte decorativo tardío de la dinastía Qing.
La dinastía Ching o Qing, también conocida como Dinastía Manchú, fue la última de las dinastías imperiales chinas. Fundada en el actual noreste del país por el clan manchú en 1644, su gobierno terminó con la abdicación del último Emperador en 1912 por la Revolución de Xinhai y el establecimiento de la República de China, manteniendo durante todo este tiempo la capital en Pekín. En general, florecieron las formas artísticas tradicionales en niveles y formatos muy distintos y variados, gracias a una clase alta muy culta, una próspera industria de publicación de libros, folletos, etc., ciudades realmente prósperas y el énfasis confuciano en cultivar la mente. Si bien los mismos Emperadores fueron, en muchas ocasiones, destacados artistas (sobre todo en pintura), los mejores trabajos los llevaron a cabo escolares y la élite urbana.
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