Escuela italiana de finales del siglo XVIII.
“Busto femenino”.
Mármol de Carrara tallado.
Presenta faltas en el tocado.
Procedencia: Importante colección privada española.
Medidas: 29 x 16 x 16 cm.
Escultura neoclásica realizada en mármol de carrara blanco. El busto representa una joven con el cabello semirecogido, aunque cayendo libremente en mechones ensortijados sobre los hombros. El rostro es de rasgos suaves, con la nariz recta y los labios finos y apretados, siguiendo estéticamente los modelos de la estatuaria de la antigüedad clásica. El paño que cae desde sus hombros en drapeados naturalistas, recuerda, en el modo que se adhiere a la piel, a la técnica de los paños mojados también pertenecientes a la tradición clásica. Cabe destacar que, durante el siglo XVIII, el neoclasicismo enalteció las interpretaciones que la propia época realizó sobre la cultura griega y romana, haciendo gala de un sentido de la mesura y la estabilidad que sirvió como objetivo de una época bautizada como el siglo de las luces. Esto dio lugar a una reinterpretación estilística de los vestigios que quedaban de la antigüedad, proliferando así piezas que recreaban el estilo romano y griego, como por ejemplo en este caso.
Esta corriente también se potenció por actividades como por ejemplo el “Grand Tour”, término que aparece por primera vez en la obra “El Voyage d’Italie” de Richard Lassels, fue el empleado para definir el largo viaje por Europa, especialmente por Italia, que realizaron habitualmente los jóvenes aristócratas británicos a partir del siglo XVII, pero sobre todo a lo largo del XVIII y XIX. El viaje tenía como objeto que los jóvenes conocieran el arte y la cultura principalmente de Francia y de Italia, admiraran de primera mano el arte clásico, aprendieran o mejoraran el conocimiento de idiomas y establecieran contactos y relaciones con las élites culturales y políticas de estos países. Los viajeros solían buscar piezas con las que iniciar sus propias colecciones artísticas, objetos para llevar de recuerdo a sus lugares de residencia. Por este motivo surgieron talleres especializados en la réplica de piezas romanas, tanto en bronce como en mármol, algunos de los cuales adquirieron gran reputación.
“Busto femenino”.
Mármol de Carrara tallado.
Presenta faltas en el tocado.
Procedencia: Importante colección privada española.
Medidas: 29 x 16 x 16 cm.
Escultura neoclásica realizada en mármol de carrara blanco. El busto representa una joven con el cabello semirecogido, aunque cayendo libremente en mechones ensortijados sobre los hombros. El rostro es de rasgos suaves, con la nariz recta y los labios finos y apretados, siguiendo estéticamente los modelos de la estatuaria de la antigüedad clásica. El paño que cae desde sus hombros en drapeados naturalistas, recuerda, en el modo que se adhiere a la piel, a la técnica de los paños mojados también pertenecientes a la tradición clásica. Cabe destacar que, durante el siglo XVIII, el neoclasicismo enalteció las interpretaciones que la propia época realizó sobre la cultura griega y romana, haciendo gala de un sentido de la mesura y la estabilidad que sirvió como objetivo de una época bautizada como el siglo de las luces. Esto dio lugar a una reinterpretación estilística de los vestigios que quedaban de la antigüedad, proliferando así piezas que recreaban el estilo romano y griego, como por ejemplo en este caso.
Esta corriente también se potenció por actividades como por ejemplo el “Grand Tour”, término que aparece por primera vez en la obra “El Voyage d’Italie” de Richard Lassels, fue el empleado para definir el largo viaje por Europa, especialmente por Italia, que realizaron habitualmente los jóvenes aristócratas británicos a partir del siglo XVII, pero sobre todo a lo largo del XVIII y XIX. El viaje tenía como objeto que los jóvenes conocieran el arte y la cultura principalmente de Francia y de Italia, admiraran de primera mano el arte clásico, aprendieran o mejoraran el conocimiento de idiomas y establecieran contactos y relaciones con las élites culturales y políticas de estos países. Los viajeros solían buscar piezas con las que iniciar sus propias colecciones artísticas, objetos para llevar de recuerdo a sus lugares de residencia. Por este motivo surgieron talleres especializados en la réplica de piezas romanas, tanto en bronce como en mármol, algunos de los cuales adquirieron gran reputación.