Crucifijo del siglo XIX.
Alma de madera. Revestimiento de plomo dorado y cristal pintando imitando el mármol.
Medidas: 45 cm.
Cristo crucificado caracterizado por un hondo dramatismo que se conjuga con la belleza formal y la sobriedad del tratamiento. A pesar de la gran carga emotiva de la representación, en este caso se nos presenta un Cristo, vivo, con los labios cerrados y expresión reflexiva, dirigiendo su mirada hacia arriba. La anatomía está detenidamente estudiada y bien trabajada, y refleja con naturalismo el sufrimiento del cuerpo, pero sin embargo dejando a un lado el hincapié en lo patético. Siguiendo modelos de la estatuaria clásica, la anatomía es bella y equilibrada, tendente a la simetría pero verista, destacando la belleza de la proporción de las partes con el todo y del todo con las partes. El autor ha representado un momento especialmente trágico, el instante en que Cristo exhala su último aliento mientras alza su mirada hacia el cielo. El profundo sentimiento, la piedad y la aceptación se reflejan a la perfección en el rostro, delicadamente cincelado, sufriente y sin embargo idealizado, bello a la vez que natural.