Escuela italiana; primera mitad del siglo XVII.
“Adoración de los pastores”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 23,5 x 30,5 cm; 36 x 44 cm (marco).
En este cobre se representa un tema clásico en la Historia del Arte, el de los pastores adorando al Niño Jesús recién nacido en el portal de Belén. Se trata de una escena que se presta a ser interpretada como una amplia composición con numerosos personajes, trabajada en clave costumbrista. Este tema no fue ajeno a Francesco Bassano "el joven" de quien se conoce la Adoración de los Reyes Magos que pertenece a la colección del Museo del Prado de Madrid. Bien es cierto que ambas imágenes poseen una leve variación temática y diferencias compositivas, de hecho, la presente obra posee un formato más apaisado que permite un mayor número de personajes en la escena. Sin embargo, en ambas imágenes se puede apreciar un gusto por la monumentalidad de las figuras, una tonalidad de colores oscuros sobre los que destacan coloridos rojos y verdes que aportan una gran expresividad a la escena, además en algunos casos las posturas de los personajes se asemejan en demasía, como por ejemplo el pastor que se encuentra de espaldas y arrodillado, o por ejemplo en el modo en el que se disponen la Virgen y San José, que queda relegado tras María. Además, se puede apreciar en las dos pinturas un gusto por lo arquitectónico. Además, otro recurso muy común en la pintura de Francesco es la aparición descriptiva de numerosos animales.
Francesco Bassano, hijo del maestro Jacopo Bassano, fue el más prolífico de todos sus hermanos, también dedicados a la pintura. Inició su formación de la mano de su padre, y junto a sus hermanos trabajó en el taller de la familia, que poseía un gran reconocimiento y cuya producción era muy prolífica. Sin embargo, a diferencia de sus hermanos, Francesco el Joven consiguió que su pintura alcanzase un gran reconocimiento personal, ya que consiguió alejarse en cierto modo del estilo de su padre e implantar sus ideas en el taller de los Bassano, además de haber sido el único en colaborar en las obras de su padre de un modo independiente, encargándose de áreas específicas donde se requería su pincelada fina, que se alejaba del modo de hacer de su padre. En 1579 se trasladó a Venecia, y en 1587 visitó Florencia, donde trabajó durante una temporada. Gracias a su obra alcanzó un gran éxito en Roma, Florencia, Venecia y España, cuya corte valoraba especialmente sus pinturas.