Escuela española; siglo XVII.
“San Juan Crisóstomo”.
Óleo sorbe lienzo.
Medidas: 75 x 65 cm.
Cree que es Sevillano del entorno de HERRERA
Juan Crisóstomo (347-407), obispo de Antioquía, más tarde patriarca de Constantinopla, depuesto, exiliado y muerto allí; fue un destacado intérprete de la Sagrada Escritura. Famoso como predicador y denunciante de los pecados de los poderosos. En este lienzo se encuentra retratado en primer termino de busto levemente girado, con las Sagradas Escrituras en una mano, una pluma en la otra y su vista dirigida al cielo, como es habitual en este tipo de representaciones devocionales.
La pintura barroca española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La pintura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la pintura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos