JULIO GONZÁLEZ (Barcelona, 1876 – Arcueil, Francia, 1942).
"Etude de têtes cubistes", 1935-1937.
Lápiz sobre papel.
Adjunta certificado de autenticidad, emitido por Phillippe Arminger.
Adjunta al dorso etiquetas de las galerías Faggionato Fine Arts, Pieter Coray de Lugano y Elvira González
Medidas: 21 x 24 cm.
Conjunto de dibujos a lápiz sobre papel concebidos como proyectos para esculturas. En ellos, el rostro humano aparece sometido a un proceso de depuración formal, en el que las facciones se fragmentan y se reconfiguran en geometrizaciones sucesivas. Cada estudio propone un grado distinto de abstracción: desde la sugerencia reconocible del semblante hasta su reducción a planos, aristas y volúmenes casi arquitectónicos. Estos estudios, realizados en los años centrales de la década de 1930, condensan la búsqueda de González por transfigurar la tradición escultórica en un lenguaje moderno, donde la estructura constructiva del cubismo se funde con la expresividad íntima del retrato.
Considerado el padre de la escultura en hierro, Julio González es un artista clave para la vanguardia del siglo XX. Nació en el seno de una familia de orfebres, aprendiendo el oficio desde niño en el estimulante contexto de la Barcelona modernista. Más tarde cursará estudios de Bellas Artes en La Lonja de Barcelona. En 1900 marcha junto a su familia a París, donde frecuentó los ambientes artísticos y mantuvo contacto con Picasso, Gargallo y Brancusi, entre otros. Su estancia en la capital francesa marcará un antes y un después en su lenguaje. Allí aprendió la técnica industrial de la soldadura autógena, clave para su posterior investigación con la expresividad del hierro. En torno a 1910 empieza a trabajar las máscaras en metal repujado, con un estilo marcado por rasgos naturalistas y simbolistas, así como por una nueva concepción de la figura humana, de volúmenes y líneas sintetizados. Durante estos años, González inicia su participación en los salones parisinos, en concreto en el de Otoño, de los Independientes y de la Sociedad Nacional de Bellas Artes. En 1920 abre su propio taller de forja, y dos años después debuta individualmente, en la galería Povolovsky de París. Experimentará en estos años con el concepto de la bidimensionalidad del plano a través de sus relieves repujados, y se mantiene en esa línea de exploración del volumen hasta que en 1928 solicita su colaboración en la realización del monumento funerario de su amigo Apollinaire, caracterizado por sus formas transparentes y sus vaciados, ilustrando las propias palabras del poeta “una sólida estatua de la nada”. Con Picasso, González lleva por primera vez a la práctica sus experimentaciones previas y comprueba su viabilidad, dada la perfecta armonía establecida entre éstas y la capacidad sintética para el dibujo de Picasso. Se terminan así los hierros delicados de pequeño formato en los que el escultor había trabajado hasta entonces, y sus formas serán desde ahora cada vez más imponentes y complejas, impulsando al artista internacionalmente. Así, a finales de los años veinte comienza a desarrollar sus primeras esculturas en hierro forjado, material que hasta entonces se consideraba como meramente decorativo. Durante los treinta su obra se hace más abstracta, y aparecen las primeras construcciones espaciales. Centrado siempre en la investigación estética y teórica, con sus esculturas filiformes González prioriza “el maridaje entre materia y espacio” y se aleja de las composiciones tradicionales simétricas, a través de lo que él mismo denominó “dibujar en el espacio”. Se trata de piezas improvisadas, construidas directamente con la varilla de hierro forjado, que construyen imágenes esquemáticas, abstractas y de gran complejidad formal. En paralelo trabajará con la plancha de hierro, creando una serie de obras que los estudiosos han relacionado con el cubismo, dado que en ellas el escultor descompone el volumen e incorpora el espacio vacío, jugando a la vez con el contraste de luces y sombras. Tras una larga lista de participaciones en muestras individuales y colectivas como la de Arte Español en el Museo del Jeu de Paume (1936) o la Exposición Universal de París (1937), al inicio de la Segunda Guerra Mundial su obra, como consecuencia de la escasez de hierro, se centra en un nuevo material, el yeso, y en el dibujo de temática bélica.