Circulo de MIGUEL FRANCISCO GARCÍA Y JERÓNIMO FRANCISCO GARCÍA; Granada; siglo XVII
“Ecce homo”.
Alto relieve en estuco policromada y dorada.
Posee marco de madera tallado y dorado, adaptado a la pieza posteriormente.
Medidas: 24 x 22 x 8 cm; 44 x 43 x 9 cm (marco).
Activos en Granada durante la segunda mitad del siglo XVII, los hermanos García se especializaron en la producción de piezas en barro. La escultura que nos ocupa ha sido realizada en estuco policromado. En él se aborda el tema del Ecce Homo, trabajado con un lenguaje atento al detalle, de gran patetismo. Se dota de una especial importancia a la corona de espinas como símbolo supremo del sufrimiento de Cristo, acompañado de la expresión facial llena de sufrimiento y la sangre derramada en su tez.
Los hermanos Miguel y Jerónimo Francisco García, canónigos de la Colegiata del Salvador de Granada, fueron dos escultores activos entre los siglos XVI y XVII, que se pueden situar en la fase de transición del naturalismo al primer barroco. Trabajaron en barro y madera, y son conocidos por un conjunto de Ecce Homos normalmente de pequeño tamaño, modelado minucioso y gran expresividad. Recientemente se ha incorporado a su catálogo de obras un conjunto de relieves en terracota representando a distintos santos en penitencia: San Juan el Bautista, San Jerónimo, etc. Se les ha atribuido el crucificado de la sacristía de la Catedral de Granada tradicionalmente considerado obra de Montañés. Ambos hermanos fueron responsables de la creación de nuevos modelos iconográficos que ayudaron a consolidar el incipiente gusto por el naturalismo en la escuela granadina. Cierto es que fueron muchos los que le inspiraron a la hora de llevar a cabo su obra, pero podemos decir sin miedo a equivocarnos, que sus obras sirvieron como referente a otros grandes artistas como Alonso de Mena. Hombres de su tiempo, y conocedores de las peculiaridades que tenía el trabajar el barro de la manera correcta. Son los fundadores de la escuela de barristas granadina, es a partir de su producción cuando el barro, ese material innoble, comience a adquirir nuevos matices. Relegado su uso en épocas anteriores a la realización de ajuares domésticos, serían responsables de encumbrarlo a las más altas esferas. Tras sus pasos, Alonso Cano, Diego y José de Mora, José Risueño, entre otros muchos asentarían esta tradición, cuya cúspide será alcanzada en el siglo XIX por los barristas del momento: Manuel González, Miguel Marín, Antonio Jiménez Rada y por supuesto, Francisco Morales González, entre otros muchos.