Antón Maria Maragliano (1664-1739).
“Cristo crucificado”.
Madera tallada policromada.
Medidas: 67 x 37 x 27 cm.
Obra escultórica de bulto redondo que representa a Cristo Crucificado. La figura de Jesús se muestra aún vivo al presentar los ojos abiertos. La obra destaca con una e anatomía descarnada; clavado con tres clavos; la cabeza ligeramente inclinada hacia su lado izquierdo; el paño de pureza grande, con abundantes pliegues quebrados, se anuda en su cadera derecha dejando caer uno de sus extremos. La cabeza es de tipo oval, con cabello largo y ondulado, que cae sobre su hombro derecho, con corona de espinas trenzada en madejas grandes sobre la frente, ojos cerrados, cejas casi rectas, nariz larga, boca pequeña y barba afilada. Su canon es alargado, cuyo torso marca claramente los costillares; y las extremidades son bastante delgadas, con las manos que tienden a cerrarse, y los pies cruzados. Desde el punto de vista estilístico estamos ante una escultura del siglo XVIII como lo demuestra la acusada delgadez de Cristo, la forzada curvatura de los pies; el dramatismo del rostro; y el gran tamaño del paño de pureza, de abundantes pliegues quebrados, como rasgos propios de un lenguaje tardobarroco.
De origen genovés nuestro artista entraría con apenas dieciséis años en el taller de su tío Giovanni Basttista Pedevilla. Tan solo ocho años más tarde contaría con su propio taller al que se unirían Piettro Galleano, Agostino Storace y su hijo Giovanni Battista. La “bottega” de Maragliano alcanzaría un sobresaliente reconocimiento no sólo en las regiones italianas. Las relaciones comerciales entre los puertos de Génova y Cádiz propiciaron que desde el taller se exportaran importantes trabajos hasta España. Ejemplos notables en nuestro país tenemos entre otros a la “Virgen del Carmen” en la parroquia del Carmen de Cádiz o “Cristo de la Buena Muerte” de Hermandad de Jesús Nazareno en Jerez de la Frontera.