Escuela centroeuropea. Posiblemente Flandes, primera mitad del siglo XVI.
"San Sebastián".
Madera tallada y policromada.
Presenta grietas y pérdidas de policromía. Faltas leves.
Medidas: 87 x 28 x 24 cm.
Talla de factura centroeuropea y época renacentista. El cuerpo asaetado (las flechas se han perdido) ostenta un canon anatómico de carácter clásico. Asimismo, el semblante es reflexivo, expresando la aceptación del destino. El rostro oval es orlado por una cabellera labrada rizo a rizo, mostrando un detallismo propio de la escuela flamenca. La figura, de piernas torneadas, flexiona levemente una rodilla, adoptando una postura equilibrada. El único elemento que denota voluntad de mostrar el pathos es el abdomen ahuecado y el esternón levemente marcado. Del resto del personaje emana una serenidad plena. Como es habitual en la representación de San Sebastián, solo un paño cubriendo el pubis protege su cuerpo desnudo. Los drapeados son naturalistas. Durante el Renacimiento, el tema de San Sebastián conoce un desarrollo importante, siendo una excusa temática para tratar el desnudo masculino, interés retomado de la Antigüedad.
Nacido en las Galias y criado en Milán, Sebastián fue centurión de la primera cohorte en los tiempos del emperador Diocleciano (finales del siglo III – principios del IV). Denunciado porque exhortó a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden del emperador fue atado a un poste en el centro del campo de Marte, y sirvió de diana viva a los arqueros que lo asaetearon. Pero no murió por ello. La viuda Irene, que quería levantar su cuerpo para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida. Después de su curación reapareció ante Diocleciano para reprocharle su crueldad ante los cristianos. Entonces fue flagelado, se le dio muerte a palos en el circo y su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima.