Escuela manierista española, segundo tercio del siglo XVI.
“San Juan en el Calvario”.
Madera tallada y policromada.
Presenta faltas y daños provocados por xilófagos.
Medidas. 87 x 34 x 23 cm.
Las características físicas y formales del representado nos indican que nos encontramos frente a la figura de San Juan, a pesar de que no se ha conservado algún atributo iconográfico. Sin embargo la postura, con las piernas flexionadas y mirando hacia arriba, son rasgos que nos indican que seguramente se tratase de una obra que pertenece a un conjunto escultórico dedicado al Calvario de Cristo. San Juan Evangelista es el apóstol de Jesús al que se atribuye la autoría del cuarto Evangelio, de las cuatro Epístolas que llevan su nombre y del libro del Apocalipsis. El Evangelio de San Juan relata, de forma detallada, varios aspectos de la vida de Jesús de Nazaret, y su redacción suele fecharse entre los años 90 y 100. Tras la resurrección de Jesús, San Juan Evangelista ocupó una posición relevante entre los discípulos de Jesús.
La escultura española de la época refleja quizás mejor que otros campos artísticos este afán de vuelta al mundo clásico grecorromano que exalta en sus desnudos la individualidad del hombre creando un nuevo estilo cuya vitalidad sobrepasa la mera copia. Pronto se empieza a valorar la anatomía, el movimiento de las figuras, las composiciones con sentido de la perspectiva y del equilibrio, el juego naturalista de los pliegues, las actitudes clásicas de las figuras; pero la fuerte tradición gótica mantiene la expresividad como vehículo del profundo sentido espiritualista que informa nuestras mejores esculturas renacentistas. Esta fuerte y sana tradición favorece la continuidad de la escultura religiosa en madera policromada que acepta lo que de belleza formal le ofrece el arte renacentista italiano con un sentido del equilibrio que evita su predominio sobre el contenido inmaterial que anima las formas. En los primeros años de la centuria llegan a nuestras tierras obras italianas y se produce la marcha de algunos de nuestros escultores a Italia, donde aprenden de primera mano las nuevas normas en los centros más progresistas del arte italiano, fuese Florencia o Roma, e incluso en Nápoles.