MADELEINE FESSARD (1893-1995).
“Mujer desnuda”, c. 1930.
Escayola.
Medidas: 153 x 105 x 110 cm.
Escultura en yeso de Madeleine Fessard (1893–1995), que representa a una mujer desnuda sentada con el rostro apoyado en su mano. Se trata de una obra de notable introspección formal y emocional, en la que se manifiesta el refinamiento técnico y la sensibilidad psicológica característicos del lenguaje escultórico de esta artista francesa del siglo XX. La figura femenina, ejecutada con una economía de medios propia del yeso pero sin renunciar a una minuciosa observación anatómica, aparece en una actitud recogida, casi melancólica, en la que el gesto de apoyar el rostro sobre la mano sugiere un estado de contemplación, recogimiento o cansancio. Lejos de idealizar el cuerpo, Fessard lo plasma con una naturalidad que bordea el realismo sin perder la elegancia del modelado clásico: las líneas suaves, el equilibrio de la postura y la tensión contenida en los músculos reflejan un profundo conocimiento del cuerpo humano y una mirada empática hacia el sujeto representado.
Madeleine Fessard, cuya longeva carrera abarcó buena parte del siglo XX, fue una figura discreta pero significativa en el panorama escultórico francés. Formada en un contexto artístico aún dominado por modelos académicos, Fessard supo apropiarse de esa tradición para explorar formas más personales, alejadas de la monumentalidad masculina y de la gestualidad excesiva, optando en cambio por una estética introspectiva y contenida. Su obra, especialmente en medios como el yeso y el bronce, se centró en la representación del cuerpo humano, con especial atención a la figura femenina, que abordó con una mirada exenta de erotismo superficial y orientada más bien a captar la interioridad del ser.
La escultura aquí descrita encarna estas cualidades: la desnudez no aparece como exhibición, sino como una condición de vulnerabilidad y autenticidad. La elección del yeso, un material frágil y poroso, intensifica esta impresión de intimidad y provisionalidad, como si la obra estuviera siempre en el umbral entre el pensamiento y la forma definitiva.