Escuela sienesa; siglos XIV- XV.
“Virgen “.
Madera tallada y policromada.
Medidas: 130 x 37 x 34 cm.
De un modo austero y sobrio el artista nos muestra una entidad divina que sostiene un libro en una de sus manos, mientras que alza la otra de tal manera que interpela al espectador. La idealizada del rostro con rasgos que tienden a lo simbólico nos muestran la influencia estética del gótico. Sim embargo su estilizada figura y su postura con la cadera flexionada levemente nos muestran un avance hacia el renacimiento, ya que se trata de rasgos que remiten a la antigüedad clásica. A pesar de los pocos atributos visibles se trata de la Virgen.
La escultura de la escuela sienesa de los siglos XIV y XV ocupa un lugar crucial en la historia del arte italiano, pues encarna una síntesis única entre la tradición gótica y las incipientes inquietudes del Renacimiento. En el contexto de la Italia central, Siena se distinguió como un centro artístico de profunda sensibilidad espiritual, cuya producción escultórica reflejó tanto la religiosidad cívica como la aspiración estética de su comunidad.
En el siglo XIV, los escultores sieneses desarrollaron un lenguaje formal que, si bien compartía afinidades con la escuela pisana y con el legado de Nicola y Giovanni Pisano, se caracterizó por una mayor delicadeza en el tratamiento de las superficies y una acentuada dimensión narrativa. Obras como las realizadas por Giovanni d’Agostino para la catedral de Siena muestran figuras de proporciones elegantes, pliegues de drapeado minucioso y un interés en transmitir emociones serenas, lo que dotaba a las escenas de un lirismo particular. Esta inclinación a la gracia y la armonía visual fue un sello distintivo que distinguió a Siena de la monumentalidad florentina.
Durante el siglo XV, con la llegada de influencias renacentistas, la escultura sienesa no abandonó su espíritu gótico sino que lo transformó en una síntesis refinada. Artistas como Jacopo della Quercia llevaron el estilo hacia una mayor naturalidad, profundizando en el estudio del cuerpo humano y la representación del movimiento. Sus relieves para la Porta Magna de San Petronio en Bolonia o sus intervenciones en la fuente Gaia muestran un modelado más volumétrico y una comprensión espacial que preludian el Quattrocento, sin sacrificar la elegancia lineal característica de Siena.