Escuela Virreinal peruana; primera mitad del siglo XVIII.
“Purísima Concepción”.
Piedra de Huamanga policromada. Presenta restauraciones y faltas.
Medidas: 45 x 19 x 14 cm.
Escultura realizada en un tipo de alabastro originario de Perú, la piedra Huamanga. En época virreinal proliferaron las esculturas devocionales en dicho material, que sustituía el mármol occidental. El tallado en piedra de Huamanga fue una manifestación artística característica de Ayacucho. En este caso la Virgen como Purisima ha sido tallada, en una figura de medio bulto, destinada a una visión frontal. Se eleva sobre una peana ricamente trabajada. Los paños flamean en torno a la figura, dotándola de cierto dinamismo. En el siglo XVII, la escultura peruana conoció especial desarrollo al iniciar una tradición autóctona basada en la libre reinterpretación de modelos europeos importados por las misiones jesuíticas. De la influencia italiana y española del barroco resultó una imaginería propia. Quito fue uno de los principales centros artísticos.
La Cristiandad medieval debatió apasionadamente la creencia de que María había sido concebida sin mancha de pecado original. Algunas universidades y corporaciones juraban defender este privilegio de la Madre de Dios, varios siglos antes de que el Concilio Vaticano I definiera el dogma de fe en 1854. A finales de la Edad Media nació la necesidad de dar forma iconográfica a esta idea, y se tomó el modelo de la Mujer Apocalíptica de San Juan, manteniendo unos elementos y modificando otros (la Mujer Apocalíptica está encinta, pero no la Inmaculada). La imagen definitiva llega a concretarse en el siglo XVI, y al parecer en España. Siguiendo una tradición valenciana, el jesuita Padre Alberro tuvo una visión de la Inmaculada Concepción y la describió al pintor Juan de Juanes para que la plasmase con la mayor fidelidad.