"Cabeza de niño". Francia, siglo XVIII.
En mármol blanco.
Medidas: 34 cm. (altura)
Esta "Cabeza de niño" transmite una mezcla de idealización clásica y ternura naturalista, rasgo característico de la escultura francesa de finales del siglo XVIII.
El rostro del infante es redondeado y lleno de vitalidad, con mofletes mullidos y una expresión de candidez o ligera distracción, casi de embobamiento. Los labios entreabiertos sugieren una respiración suave o una inocencia sin artificio, mientras las orejas pequeñas y bien modeladas y la nariz corta y proporcionada evidencian la atención al detalle anatómico del escultor. El cabello ensortijado, tratado con elegancia y fluidez, cae sobre la frente en un gracioso tirabuzón que rompe con sutileza la serenidad del conjunto.
El estilo neoclásico es perceptible en varios aspectos: el uso del mármol blanco pulido, que remite directamente a la estatuaria grecorromana; la búsqueda de pureza formal y equilibrio; la idealización sutil del rostro, que trasciende el retrato particular para acercarse a un modelo universal de belleza infantil.
Durante el siglo XVIII, el neoclasicismo francés, representado por escultores como Jean-Antoine Houdon o Jean-Baptiste Pigalle en su etapa tardía, exploró la representación del ser humano con una claridad serena y racional, pero también con una sensibilidad íntima. Esta cabeza de niño se sitúa en esa línea: une el canon clásico de la serenidad y la proporción con el sentimiento ilustrado de la inocencia como símbolo de pureza natural.
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