Escuela granadina; siglo XVIII.
“Inmaculada Concepción”.
Madera tallada y policromada con ojos de pasta vítrea.
Presenta faltas y restauraciones.
Medidas: 43 x 16 cm.
Talla en bulto redondo representando a la Virgen en su advocación de Inmaculada. Se muestra a María de pie sobre cabezas de querubines de la que surgen los picos del creciente lunar. Vestida con una túnica blanca y con un manto de un azul ribeteado en dorado, une sus manos en actitud orante, lo que imprime un juego naturalista de pliegues al manto. Los cabellos caen sueltos por la espalda, y los rasgos de su fino rostro y largo cuello aportan una elegancia notable, estilizando su porte. Estilísticamente, se inserta en el barroco granadino, lo que se aprecia no sólo en la iconografía, sino también en el modelo escogido como influencia para la misma, en la decoración de los ropajes, en el colorido, en los rasgos del rostro, etc.
El dogma de la Inmaculada sostiene que María fue concebida sin Pecado Original y fue proclamado oficialmente por la bula Ineffabilis Deus en 1854, aunque España y sus territorios ya lo defendían desde siglos antes. Su iconografía combina el pasaje apocalíptico de la “mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y corona de doce estrellas” con las Letanías Lauretanas, cuyos epítetos marianos proceden en parte del Cantar de los Cantares. A partir de estos textos y de una evolución iniciada a finales del Gótico, se consolida un modelo claro: María joven, sobre el cuarto lunar, con las estrellas en la cabeza, envuelta en luz, vestida normalmente de blanco y azul como símbolos de pureza y eternidad (o de rojo y azul en relación con la Pasión), y con las manos recogidas sobre el pecho.
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