Icono ruso. Taller de Viejos Creyentes, finales del siglo XVIII.
“La Virgen de la Zarza Ardiente”.
Témpera sobre madera.
Presenta faltas de pintura y desgastes.
Medidas: 54 x 43 x 5 cm.
La advocación mariana de la Zarza Ardiente hace referencia a la zarza que Moisés vio arder sin consumirse en las laderas del Horeb como una imagen de María que alumbra a Cristo como divino fuego. En este icono griego, la Virgen aparece orlada de las potencias angélicas y las cuatro visiones del milagro personificadas en Moisés, Isaías, Ezequiel y Jacob.
El arte de los iconos surgió como parte de las expresiones artísticas de la cultura bizantina, desarrollada en el entorno del Mediterráneo oriental durante la Edad Media y hasta la fecha de la desaparición del Imperio, 1453. La producción de iconos más allá del siglo XV se conoce como “post-bizantina”, contexto en el que se desarrollaron rasgos distintivos implicados en las historias sociales y culturales de los pueblos que profesaban el cristianismo ortodoxo. Los iconos griegos son atribuibles a algunos temas recurrentes, y se caracteriza por elementos comunes, como en este caso, representando a la Madre de Dios. Estos están dedicados a la veneración muy extendida en el mundo bizantino de la Santísima Madre de Dios (Yperaghia Theotòkos). Creta, Grecia continental y las islas jónicas fueron algunos de los nuevos centros artísticos que se destacan tras la caída de Constantinopla, que conservaron la tradición bizantina y en ocasiones también la renovaron.