Icono ruso del siglo XIX.
"Transfiguración de Cristo.”.
Temple y oro sobre madera.
Presenta retoques, craquelados y desconchados.
Medidas: 54,5 x 32,5 x 2,3 cm.
En este icono se representa uno de los episodios más relevantes del Nuevo Testamento: la transfiguración de Cristo. Cuenta el texto bíblico que hallándose en el monte, Jesús empieza a irradiar luz (milagro simbolizado aquí en forma de estrella) y los profetas Moisés y Elías aparecen a su lado, tal como son aquí representados en forma de figuras nimbadas. A los pies de la montaña, los apóstoles Pedro, Santiago El Mayor y Juan se esconden temerosos del resplandor. Estamos ante un icono meritorio en cuanto a calidad plástica y narrativa.
Los iconos no pueden compararse con otras obras de arte en el sentido habitual de esta palabra. No son cuadros, porque no reproducen motivos de la realidad; no representan, sino que constituyen en sí mismos otro mundo. Y lo hacen con medios de representación especiales, desarrollados a lo largo de los siglos. En ellos, el color desempeña un papel significativo, el de un lenguaje simbólico que debe expresar no el color de las cosas, sino su luminosidad, una luz que procede de más allá del mundo físico. Los espacios dorados de los iconos encarnan esta luz no terrestre, y el fondo dorado simboliza el espacio que “no es de este mundo”. En los iconos no existe el espacio habitual, como tampoco existen acontecimientos convencionales. El icono es una ventana abierta a un mundo de otra naturaleza, pero esta ventana se abre sólo para quienes poseen una visión espiritual.