Bargueño. España o Italia, siglo XVII.
Estructura de madera de conífera; bronce; hueso; carey.
Bufete posterior, del siglo XIX.
Medidas: 204 x 151 x 46 cm.
Escritorio procedente del ámbito español o italiano realizado con una estructura de madera de conífera parcialmente ebonizada en su exterior y chapado en placas de carey de intenso color rojo; el conjunto destaca por su fastuosidad.
A diferencia de los modelos de décadas precedentes, este escritorio presenta la muestra descubierta, sin puertas que protejan su interior. Esta disposición abierta responde a una tendencia propia de la segunda mitad del siglo XVII, cuando el carácter funcional del escritorio, concebido inicialmente para custodiar documentos y objetos valiosos, fue cediendo protagonismo a su dimensión ornamental. La supresión de las puertas permitía exhibir permanentemente la riqueza de los materiales y la complejidad arquitectónica de la composición.
La muestra se organiza en tres calles siguiendo un esquema tripartito, de clara inspiración arquitectónica, evocando la fachada de un templo barroco. En el centro se dispone una capilla con hornacina destinada a albergar una escultura de bulto redondo, habitualmente una figura en bronce dorado, hoy desaparecida. Esta hornacina está flanqueada por dos columnas en forma de estípite. A ambos lados de la capilla se distribuyen cinco gavetas por cada calle, enmarcadas por molduras y filetes de latón. Los pies son de bola, con aplicaciones de bronce calado.
Coronando el conjunto, una galería calada profusamente ornamentada con motivos vegetales calados y pináculos a modo de remate. Los laterales del mueble esconden ingeniosos compartimentos secretos tras pequeñas portezuelas disimuladas a modo de pilastras, a las que se accede mediante cerraduras. El escritorio descansa sobre un bufete de factura posterior, fechable en el siglo XIX, una adición frecuente en la época.
Originalmente, los escritorios surgieron como muebles de almacenamiento, concebidos para proteger documentos y objetos valiosos. No obstante, durante el siglo XVII su función evolucionó hacia lo representativo, pues se convirtieron en símbolos de estatus, verdaderas obras de arte donde la combinación de materiales exóticos expresaba el poder de sus propietarios.
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