Precioso tondo florentino del siglo XVII/XVIII.
"Colinas florentinas con castillo y ruinas".
Pietra dura: piedra alberese (Tigrato d'Arno), piedra painese, verde antiguo y mármol.
Marco de nogal moldurado, posiblemente del siglo XIX.
Medidas: 15,5 cm. (diámetro del panel); 29,5 cm. (diámetro del marco).
Este magnífico tondo florentino es un ejemplo consumado del arte de la pietra dura, una técnica de mosaico de gran complejidad y refinamiento que alcanzó su apogeo en los talleres de Florencia bajo el patrocinio de los Médici. Datado entre los siglos XVII y XVIII, la obra muestra asimismo el gusto de la época por los paisajes idealizados, las ruinas y los "capricci", que combinaban elementos arquitectónicos de diferentes épocas en una composición armoniosa y pintoresca.
La obra presenta un paisaje imaginario ambientado en las suaves colinas de la Toscana. El artista crea un diálogo visual entre dos épocas gloriosas del pasado italiano: la Antigüedad Clásica y la Edad Media. En la parte inferior, el paisaje se fundamenta en unas colinas ondulantes. Para representarlas, el artesano ha seleccionado con maestría piedras jaspeadas en tonos ambarinos y azul oscuro. El veteado natural de estas piedras evoca la textura de la tierra y las sombras de los valles. Sobre este terreno, emergen unas ruinas de época romana, simbolizadas por unas majestuosas columnas dóricas. Estas están talladas en una piedra de color marrón claro, similar al travertino envejecido.
Al otro lado, se erige un castillo medieval. Su construcción es un mosaico en sí misma: la base de la fortificación está realizada en una piedra de color rosa con sutiles gradaciones. La torre repite el uso del mármol monocromo de las columnas, unificando visualmente las dos arquitecturas a pesar de sus diferentes orígenes históricos. El cielo o fondo de la composición está resuelto con una variedad de caliza como la pietra alberese. El verde antiguo, un mármol de intenso color verde, se ha empleado para los detalles de vegetación.
La genialidad de esta obra reside en el uso de las propias piedras para "pintar" el paisaje. El artista corta y ensambla las piezas con precisión, ensamblando cada fragmento por su color, veta y textura natural.