Pipa de tabaco con estuche, vástago y boquilla; Viena, Imperio Austriaco, c.1847.
Espuma de mar “Meerschaum”, plaza punzonada 812 (13 loth), madera de palisandro, madera ebonizada, latón embutido, nácar, asta y cuero.
Presenta punzones de localidad y artífice (Posiblemente, Gross, Ferdinand, activo entre 1846-83; Gross, Ignaz, activo entre 1842-53, o Gross, Joseph, activo entre 1831-66 ).
Medidas: 15,5 x 14 x 4,5 cm; 58 x 4 cm.
Pipa de tabaco que conserva el estuche original del siglo XIX. La pipa posee boquilla de asta tallada, vástago de madera con aplicaciones, de latón y nácar, embutidas y cazoleta de espuma de mar con apliques de plata finamente trabajada.
La espuma de mar, o meerschaum (sepiolita), ha sido ampliamente valorada en la fabricación de pipas de fumar desde el siglo XVIII debido a sus propiedades físicas y estéticas. Este mineral, de origen sedimentario y estructura porosa, es especialmente apreciado por su capacidad para absorber la humedad y los residuos del tabaco, lo que proporciona una fumada más seca, fresca y suave. Además, su ligereza y facilidad para el tallado permiten la creación de formas altamente ornamentales, lo que ha elevado su estatus como material predilecto para la elaboración de pipas artísticas. En colecciones museográficas y privadas, las pipas de espuma de mar destacan como piezas representativas de la artesanía europea del siglo XIX y XX, cargadas de valor histórico y cultural.
Las pipas, en particular, han sido consideradas verdaderas piezas de arte y testimonio material de épocas y estilos. Elaboradas en diversos materiales, muchas de ellas reflejan la estética, la tecnología y los valores de las sociedades que las produjeron. Su manufactura cuidadosa y diseño ornamental convirtieron a algunas en objetos de lujo-
Hoy en día, más allá del debate en torno al consumo de tabaco y sus efectos, las pipas representan un campo de interés para coleccionistas, antropólogos y museólogos. Su valor reside no solo en su rareza o antigüedad, sino en lo que revelan sobre las prácticas cotidianas, la evolución del diseño industrial y la historia del consumo. Así, estos objetos trascienden su función original para convertirse en portadores de memoria cultural.