Escuela francesa, finales s. XVIII.
“Moisés rescatado de las aguas”.
Óleo sobre lienzo.
Marco de época.
Medidas: 126 x 110 cm.; 152 x 140 cm.
Un grupo de mujeres envueltas en ricos atavíos de seda y raso se arraciman entre sí adoptando coreografías dinámicas en torno al niño, Moisés, rescatado de las aguas. En la joven que se dispone a tomarlo en brazos identificamos a Miriam, quien será su nutricia. La dama elegante a la que su sirvienta acompaña con un parasol representa a la hija del faraón. De acuerdo con lo escrito en el Éxodo, la princesa descubrió el canasto con el niño mientras se daba un baño. Se apiadó del pequeño, buscó una matrona para alimentarlo, Miriam. Un broche refulge en su corpiño, y su falda de terciopelo se repliega en ricos drapeados. Las figuras responden a modelos neoclásicos, en sus óvalos faciales y escultóricos cánones. En la reducción cúbica de la arquitectura se aprecia también el estilo clasicista, insinuándose con estas formas un templo griego y un obelisco egipcio libremente recreados. También los serenos ademanes de las doncellas nos adentran en el lenguaje neoclásico. Los gestos y las miradas se entrecruzan entablando un diálogo silencioso. Las carnaciones marfileñas de la hija del faraón contrasta con la tez oscura de algunas sirvientas. En todas ellas, sin embargo, el audaz pintor juega con el sombreado que otorga las copas de los frondosos árboles que crecen en la ribera. Esas copas, magistralmente esponjeadas, adelantan soluciones de las escuelas paisajísticas del XIX francés. Sin embargo, estilísticamente, la obra se sitúa sin embargo en la época de transición entre el barroco tardío y el neoclasicismo, dado que predomina una sensualidad cromática que menguará en el neoclasicismo pleno.
“Moisés rescatado de las aguas”.
Óleo sobre lienzo.
Marco de época.
Medidas: 126 x 110 cm.; 152 x 140 cm.
Un grupo de mujeres envueltas en ricos atavíos de seda y raso se arraciman entre sí adoptando coreografías dinámicas en torno al niño, Moisés, rescatado de las aguas. En la joven que se dispone a tomarlo en brazos identificamos a Miriam, quien será su nutricia. La dama elegante a la que su sirvienta acompaña con un parasol representa a la hija del faraón. De acuerdo con lo escrito en el Éxodo, la princesa descubrió el canasto con el niño mientras se daba un baño. Se apiadó del pequeño, buscó una matrona para alimentarlo, Miriam. Un broche refulge en su corpiño, y su falda de terciopelo se repliega en ricos drapeados. Las figuras responden a modelos neoclásicos, en sus óvalos faciales y escultóricos cánones. En la reducción cúbica de la arquitectura se aprecia también el estilo clasicista, insinuándose con estas formas un templo griego y un obelisco egipcio libremente recreados. También los serenos ademanes de las doncellas nos adentran en el lenguaje neoclásico. Los gestos y las miradas se entrecruzan entablando un diálogo silencioso. Las carnaciones marfileñas de la hija del faraón contrasta con la tez oscura de algunas sirvientas. En todas ellas, sin embargo, el audaz pintor juega con el sombreado que otorga las copas de los frondosos árboles que crecen en la ribera. Esas copas, magistralmente esponjeadas, adelantan soluciones de las escuelas paisajísticas del XIX francés. Sin embargo, estilísticamente, la obra se sitúa sin embargo en la época de transición entre el barroco tardío y el neoclasicismo, dado que predomina una sensualidad cromática que menguará en el neoclasicismo pleno.