JUAN DE ALFARO Y GÓMEZ, (1643-1680).
“Retrato de caballero”.
Óleo sobre lienzo.
Marco del siglo XVIII.
Medidas: 193,5 x 107,5 cm; 207 x 119 cm (marco).
Sobre un fondo neutro y una superficie que casi se funde con el mismo, destacado con un cortinaje rojo, se sitúa de pie la figura de un caballero. Sus botas, pantalones, casaca, cintas de reconocimientos militares, la cruz de la Orden de Calatrava sobre su pecho, el peinado, la capa y el sombrero con plumas como corresponden a la moda de la segunda mitad del siglo XVII, aproximadamente, con el color negro predominando en las ropas como principal detalle de lujo, junto a bordados y sedas.
El magnífico dibujo que la obra muestra domina sobre el color, como, por otra parte, es habitual tanto en la época como en los retratos por regla general. El detalle del cortinaje aleja un poco la pintura del tipo común de retratos en el entorno cortesano español, de los Austrias, y recuerda bastante más a ejemplos franceses, mucho más dados a este tipo de elementos de lujo. Tanto la postura del personaje, como los colores, el estilo, la composición, el uso del fondo neutro para el retrato, etc., relacionan la obra con Diego Rodríguez da Silva y Velázquez, o, más concretamente con un miembro de su taller. Se diferencia del maestro en varios detalles, también: nótese la presencia de la sombra en la obra, el autor no denota la maestría de Diego de Silva, tampoco es la misma paleta del maestro, ni la misma iluminación que escoge en sus retratos (compárese la obra con, por ejemplo, “La Venerable madre Jerónima de la Fuente” de 1620 y conservado en el Museo del Prado; el “Retrato del Infante don Carlos” de entre 1626 y 1627 en el mismo museo; o el cuadro de “Esopo”, de hacia 1640, y también en esta museo madrileño; o el retrato de “Don Pedro de Barberana y Aparregui”, realizado hacia 1631-1633 y hoy en el Kimbell Art Museum de Forth Worh, Texas, Estados Unidos). Como no podía ser menos, pese a que es menos habitual que su ausencia, Velázquez también empleó el recurso de situar un paño rojo para destacar la imagen (retrato de “La Infanta doña Margarita de Austria”, realizado en 1660 por Velázquez y terminado por su yerno Juan Bautista Martínez del Mazo, conservado hoy en el Museo del Prado).
Se ha vinculado su realización con un miembro del mismo, llamado Juan de Gómez y Alfaro, y con su “Retrato de don Bernabé Ochoa de Chinchetru”, pintado en 1661 y conservado en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, se puede relacionar la presente pintura: la postura de los personajes es similar, con las manos “ocupadas” y la mirada dirigida directamente al espectador, y ambos cuentan con el añadido de una tela rica, de color rojo, hacia la esquina superior derecha; en este falta, sin embargo, el sillón frailero en cuyo respaldo apoya la mano Bernabé y que une esta obra con los retratos de corte de los Austrias.
Juan de Gómez y Alfaro fue hijo de un hidalgo boticario, y aprendió pintura del cordobés Antonio del Castillo, además de ser protegido de Antonio Palomino, quien le envió a Madrid con cartas de recomendación para que entrara a trabajar en el taller de Velázquez. En el entorno de las Colecciones Reales conoció y se aficionó a la pintura de Anton Van Dyck, cuyo estilo y novedades introdujo en su Córdoba natal al regresar. Fue Notario del Santo Oficio, Administrador de Rentas Reales y pintor del Almirante de Castilla (Juan Gaspar Enríquez de Cabrera), y conocido y apreciado sobre todo por sus retratos, de los que realiza un considerable número tanto en Córdoba como en Madrid.
Conservan su pintura destacadas colecciones privadas e instituciones como el Museo de Bellas Artes de Córdoba, un Bautismo de Cristo para el Santuario de Nuestra Señora de Linares, una “Asunción de la Virgen”, pintada en 1668, que se encuentra en el Museo Nacional del Prado (en depósito en la Igle