Escuela italiana; siglo XVIII.
“Adoración del becerro de oro”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX.
Presenta repintes y daños provocados por xilófagos sobre el lienzo y el marco.
Posee marco del siglo XX.
Medidas: 40 x 52 cm; 52 x 63 cm (marco).
En esta obra se puede observar la adoración del becerro de Oro narrada en el éxodo de la Biblia. La estatua del animal se sitúa en el centro de la composición, mientras es adorado por una multitud que representa al pueblo Israelita. A la situación privilegiada que posee el becerro en la composición, le supera la representación de Moisés de Moisés que señala al animal. El texto bíblico narra “Habló Dios todas estas palabras: "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. Yahvé dijo a Moisés: "Así dirás a los hijos de Israel: No os hagáis dioses de plata ni dioses de oro para ponerlos junto a mí."La representación de escenas del Antiguo Testamento fue una fuente iconográfica a la que se recurrió con frecuencia en el barroco de la Contrarreforma, dentro de un contexto de precisa planificación de la imagen religiosa, por el cúmulo de reflexiones y el lenguaje teológico-simbólico que subyace en sus temas. El Antiguo Testamento se lee entonces en función a una clave interpretativa fundamental: la figura de Cristo. Así, la iglesia del barroco interpreta el Antiguo Testamento desde la óptica del Nuevo, señalando en sus pasajes y protagonistas símbolos y premoniciones del Mesías. De este modo, en un principio se analiza cuidadosamente la conveniencia de determinados pasajes, o se pone especial énfasis en aquellos que más específicamente constituyen una premonición simbólica de Cristo, en un riguroso esfuerzo de celo por defender la ortodoxia más estricta, y se insiste en enaltecer a los personajes que prefiguran al Mesías, entre los que destaca Moisés.