y volver al lote.
01 Oct 2024 16:09
Escuela madrileña; segunda mitad del siglo XVII.
“Ecce Homo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta restauraciones.
Medidas: 86 x 65 cm; 108 x 88 cm (marco).
De composición sencilla y clara, con el busto de Cristo en primer término, la ausencia de detalles narrativos ahonda en el poder expresivo de la imagen. Las facciones marcadas de este Ecce homo realzan la expresividad del rostro. La sangre gotea desde la corona de espinas que ciñe su frente. El paño rojo, color asociado a la pasión y el sacrificio, deja su musculado torso desnudo y vulnerable. El modelado de las luces y sombras define las formas y volúmenes, especialmente expresivas en el tratamiento del manto rojo que cubre sus caderas y tórax, y en la piel ya amoratada por los últimos sufrimientos. Una imagen intimista que transmite la extrema soledad de Jesús en el momento en que es expuesto para ser juzgado y condenado.
La escuela madrileña barroca surge en torno a la corte de Felipe IV primero y Carlos II después, y se desarrolla durante todo el siglo XVII, continuándose hasta bien entrado el XVIII. Los analistas de esta escuela han insistido en considerar su desarrollo como un resultado del poder aglutinante de la corte; lo verdaderamente decisivo no es el lugar de nacimiento de los diferentes artistas, sino el hecho de que se eduquen y trabajen en torno y para una clientela nobiliaria y religiosa radicada junto a la realeza. Esto permite y favorece una unidad estilística, aunque se aprecien las lógicas divergencias debidas a la personalidad de los integrantes. Esto supone un despertar de la conciencia nacionalista al permitir una liberación de los moldes italianizantes anteriores para saltar de los últimos ecos del manierismo al tenebrismo. Éste será el primer paso de la escuela, la cual, en sentido gradual, va caminando sucesivamente hasta la consecución de un lenguaje barroco más autóctono y ligado a las concepciones políticas, religiosas y culturales de la monarquía de los Austrias, para ir a morir con los primeros brotes del rococó que se manifiestan en la producción del último de sus representantes, A. Palomino. Estilísticamente, se parte de un naturalismo con una notable capacidad de síntesis para desembocar oportunamente en la complejidad alegórica y formal características del barroco decorativo. Muestran estos artistas una gran preocupación por los estudios de la luz y el colorido, tal y como aquí vemos, destacando en un principio los juegos entre tonos extremos propios del tenebrismo que posteriormente van a ser sustituidos por un colorismo más exaltado y luminoso. Reciben y asimilan las influencias italianas, flamencas y velazqueñas. La clientela determinará el hecho de que la temática se reduzca casi exclusivamente a retratos y cuadros religiosos.