Escuela española o italiana, Círculo de JOSÉ DE RIBERA (Xátiva, Valencia, 1591 – Nápoles, 1652); siglo XVII.
“San Jerónimo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica.
Posee marco español, c. 1840 con desperfectos.
Medidas: 79 x 65 cm; 95 x 75 cm (marco).
Vemos esta obra de composición clara y escueta, con el santo de medio cuerpo en primer plano, destacado por la iluminación directa, sobre un fondo neutro de tono oscuro y ocre. Como también es habitual en este momento del barroco, san Jerónimo extenuado físicamente y meditando junto a un cráneo humano, haciéndose más presente la simbología de la fugacidad de lo material. El autor fija su atención en la anatomía del santo en la que se puede apreciar cierta idealización, ya que a pesar de que el rostro nos revela a un hombre anciano, su anatomía tiende a la de un joven. El rostro ha sido dotado de una gran expresividad, mientras escribe sus escrituras. El presente lienzo presenta una iconografía típica del siglo XVII, en la que se muestra a san Jerónimo. El cual alcanzó una gran popularidad durante la contrarreforma, debido a su arrepentimiento y vida contemplativa, valores útiles para conmover al fiel. Cabe citar que esta pieza posee una gran similitud con alguna de las obras que realizado José de Ribera. Ejemplo de ello es la que pertenece a la colección museo de Bellas Artes de Pau (Francia) datado en 1633.
San Jerónimo es uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia Latina, nació cerca de Aquilea (Italia) en el año 347. Formado en Roma, fue un retórico consumado, además de políglota. Bautizado a los diecinueve años de edad, entre los años 375 y 378 se retiró al desierto de Siria para llevar una existencia de anacoreta. Regresó a Roma en el 382 y se convirtió en colaborador del papa Dámaso. En la segunda mitad del siglo XVI surge una nueva iconografía donde el santo escucha la trompeta del Apocalipsis, iconografía ampliamente empleada por la Iglesia contrarreformista. El insigne santo, suele ser representado el interior de una cueva o en medio del desierto, y suele ir acompañado, aunque no siempre, con sus característicos atributos: la piedra que simboliza el rigor de la penitencia, con la que se golpea el pecho; la calavera que es el símbolo de la muerte, y el manto rojo que recoge la tradición que le convirtió en cardenal. La acumulación de libros y pergaminos junto al santo alude a la traducción que realizó el santo de la Biblia al latín, que fue considerada desde el Concilio de Trento como la única oficial. Finalmente, el tema de san Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final se pondrá de moda en la Europa contrarreformista, y se irá imponiendo paulatinamente, desplazando las anteriores interpretaciones del santo como sabio o como penitente.