Escuela española; c. 1500.
“San Andrés y san Pedro”.
Óleo sobre tabla. Engatillada.
Presenta faltas y restauraciones.
Posee marco del siglo XX.
Medidas: 106 x 92 cm; 120 x 101 cm (marco).
La representación de estos dos santos apóstoles juntos fue común durante la Edad Media y el Renacimiento, de hecho en épocas mas avanzadas se presentó la figura de Cristo junto a ellos, conociéndose así el tema como la “Vocación de san Pedro y san Andrés”. Alusivo iconográficamente al momento de las Sagradas Escrituras en el que Jesús, que se encontraba en Galilea, se acercó a los pescadores Andrés y Pedro y les pidió que fuesen sus apóstoles, convirtiéndose en “Pescadores de hombres”. En esta obra concreta la figura de Cristo no aparece en la escena, seguramente porque en origen formaba parte de la ornamentación de un retablo en el cual la figura de Cristo estuviese aislada, diferenciada y los más probable monumentalizada respecto a las figuras que se muestran en esta tabla. Bien es cierto, que los dos santos que protagonizan la escena dirigen su mirada hacia un punto externo, por lo que se entiende que es la figura de Jesús lo que ambos están mirando.
La escena ha sido concebida en un paisaje con los santos situados tras un poyete en el que se dispone el libro de san Andrés. Ambos santos portan dos atributos, siendo los de san Pedro las Sagradas Escrituras y la llave, que abre las puertas del cielo. San Andrés, que también sostiene un libro, carga a sus espaldas con la cruz en aspas referente a su martirio. Tras ellos se extiende, a través de planos sucesivos, un paisaje que se funde en el horizonte con el celaje. Técnicamente la obra evidencia la calidad del artista no solo en cuanto a la precisión del dibujo, sino también en el conocimiento técnico que parte de la escuela renacentista. El paisaje que contextualiza la escena revela un tratamiento cromático propio de la escuela flamenca, de igual manera que el interés por la captación detallista en exceso de elementos tales como el ribete dorado de las páginas del libro que sostiene san Andrés, los ribetes dorados en las túnicas de ambos protagonistas, o el adamascado de los paños que se apoyan sobre la balaustrada de piedra. Es este recuerdo, precisamente la balaustrada la que nos indica el conocimiento del artista de la estética renacentista. Este ligero trampantojo configura en primer término el espacio de toda la escena bajo los nuevos preceptos renacentistas.