Escuela española; siglo XVII.
“Cristo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco del siglo XVIII.
Medidas: 50 x 36 cm; 58 x 45 cm (marco).
La imagen muestra a Cristo clavado en la cruz, en el momento culminante de la crucifixión. Su cuerpo, delgado y alargado, cae hacia un lado en un gesto de sufrimiento contenido, mientras la cabeza, coronada de espinas, se inclina hacia su hombro derecho, marcando un instante de resignación y sacrificio. El fondo oscuro acentúa el carácter introspectivo y dramático de la escena, aislando la figura divina y enfocando toda la atención en su presencia.
El cuerpo de Cristo aparece idealizado pero no exento de una dolorosa humanidad: las laceraciones, el sudor y la sangre están cuidadosamente trabajados, sin llegar al exceso naturalista, lo que denota una intención de evocar la compasión más que el horror. A los pies de la cruz, una calavera recuerda el Gólgota, el "lugar de la calavera", y al mismo tiempo actúa como memento mori, recordando la muerte inevitable del hombre y la redención alcanzada a través del sacrificio de Cristo.
Sobre la cruz se observa la inscripción "INRI", abreviatura de "Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum", en latín, hebreo y griego, lo que también subraya el carácter universal de la redención cristiana.
La crucifixión es uno de los temas más tratados del arte cristiano occidental. Durante el siglo XVII, en plena Contrarreforma, la representación del Cristo sufriente fue utilizada con fuerza como herramienta de devoción y reflexión espiritual. El Concilio de Trento había defendido el uso del arte como vía para enseñar, emocionar y mover al creyente hacia la piedad. Esta imagen encarna ese espíritu: no es meramente narrativa, sino emocionalmente envolvente, una invitación a la meditación y al recogimiento.