Escuela flamenca; segundo tercio del siglo XVII.
“Alegoría del sentido del oído”.
Óleo sobre cobre.
Presenta faltas y restauraciones.
Posee marco de época.
Medidas: 52 x 38 cm; 66 x 51,5 cm (marco).
Durante el siglo XVII proliferación las pinturas de carácter alegórico, relacionadas con la representación de los cinco. Esto se debió a que temática de los sentidos estaba a su vez relacionada con la trasmisión de un mensaje moral y religioso. Como bien señala María Sánchez Luque en su trabajo La vanitas en Los cinco sentidos de Brueghel: Olfato y Tacto: “Es fundamentalmente en el Barroco, cuando estas alegorías alcanzan su máximo esplendor, ponen de manifiesto la confianza en la capacidad de los objetos para materializar el símbolo. El simbolismo podría ser el resultado de varias ideas, como la caducidad, la inutilidad de aferrarse a los bienes terrenales y la elección entre el bien y el mal. Para comprender la relación que se establece entre estas ideas y las representaciones artísticas, hay que tener en cuenta que, según la mentalidad barroca, la vida del hombre sobre la tierra era sólo una preparación para la vida en el más allá, y que su destino dependía en gran medida de cómo se condujera en la vida terrenal. La vida terrenal era material y transitoria, mientras que la vida en el cielo sería espiritual y eterna. No había que gustar los bienes terrenales sino los celestiales para ganar el cielo. Este mensaje está representado particularmente en el género de la vanitas”.
Durante el siglo XVII, en Flandes se dio un creciente aumento de la demanda de pinturas para decorar las casas de la burguesía. Aparte de los retratos y grandes telas de tema religioso, histórico o mitológico, los artistas se especializaron, pintando obras de tamaño medio que poco a poco aumentaron de formato, con naturalezas muertas, animales, paisajes y escenas de género. Las pinturas que reproducen gabinetes de coleccionistas de la época son explícitas al respecto, hasta el punto de originar un nuevo género pictórico autónomo. Sin duda, el futuro de esta pintura hubiera sido otro sin Rubens, cuyo arte revolucionó el panorama artístico de Flandes introduciendo una nueva vía plenamente barroca y aportando un sentido de unidad y opulenta suntuosidad al ordenado y enciclopédico muestrario que eran las preciosistas descripciones de sus paisanos. Jan Brueghel procedía de una ilustre familia de artistas y, junto con Rubens, estaba considerado el principal pintor de Amberes. Fue una figura esencial para el desarrollo del paisaje tradicional flamenco en la línea iniciada por Joachim Patinir y Gillis van Coninxloo III, éste como representante más inmediato. El tema ilustra un pasaje de la Biblia, el Paraíso, que fue pintado un sinfín de veces por Brueghel, aunque esta tabla que nos ocupa fue una de sus primeras versiones. La pintura refleja el ascendiente de contemporáneos como Roelandt Savery y Rubens, hecho que no es de extrañar pues con este último mantuvo una estrecha colaboración. El jardín del Edén es un ejemplo soberbio del mejor paisaje flamenco barroco.