Escuela española; c. 1600.
“Los desposorios místicos de la Santa Catalina de Alejandría”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco de principios del siglo XX.
Medidas: 102 x 83 cm; 124 x 104 cm (marco).
En el lienzo que nos ocupa se representa la historia narrada en la “Leyenda Dorada” de Santiago de la Voragine, según la cual Catalina tuvo en un sueño la visión de la Virgen con el Niño en brazos, quien se negó a tomarla por esposa por no ser lo suficientemente bella. Ella interpretó el sueño y se retiró al desierto para aprender los preceptos de la fe cristiana con un ermitaño, haciéndose bautizar. En un nuevo sueño, Jesús aceptó su belleza y la convirtió en su esposa celestial colocando un anillo en su dedo. En este caso concreto el artista ha reflejado en el momento en el que el Niño le ofrece el anillo. La escena combina una representación de la Sagrada familia, con san José y santa Ana, que en este caso no se acompañan de san Juanito, sino de santa Catalina y finalmente, de un ángel que porta una corona y que se encuentra en un rompimiento de gloria, observando la escena.
El culto a santa Catalina de Alejandría tuvo gran difusión por toda Europa a partir del siglo VI, está incluida en el grupo de los santos auxiliadores y es invocada contra la muerte súbita. Catalina nació hacia 290 en el seno de una noble familia de Alejandría. Dotada de una gran inteligencia, pronto destacó por sus extensos estudios, que la situaron al mismo nivel que los más grandes poetas y filósofos de la época. Una noche se le apareció Cristo y decidió, en ese momento, consagrarle su vida y considerarse su prometida, en una suerte de matrimonio místico. Cuando el emperador Maximiano acudió a Alejandría para presidir una gran fiesta pagana, Catalina aprovechó la ocasión para intentar convertirle al cristianismo, lo que despertó su cólera. Para ponerla a prueba, Maximiano le impuso un debate filosófico con cincuenta sabios a los que trataría de convertir. Catalina lo logró, provocando la ira del emperador. Éste hizo ejecutar a los sabios, no sin antes proponerle a la santa que se casara con uno de ellos, a lo que ella se negó rotundamente. El emperador ordenó, entonces, que fuera torturada utilizando para ello una máquina con ruedas guarnecidas con pinchos. Milagrosamente, las ruedas se rompieron al tocar el cuerpo de Catalina, por lo que finalmente hubo de ser decapitada. Aunque su existencia histórica fue puesta en duda en la Iglesia Católica a partir de 1961, considerándola una creación literaria como contrapunto cristiano a la gran filósofa pagana Hipatia de Alejandría, permanece inscrita en el martirologio romano liberada de las narraciones legendarias.