Escuela italiana; siglo XVII.
“Sagrada Familia”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta faltas y restauraciones.
Medidas: 76 x 109 cm.
En esta obra el artista ha realizado la representación de la Sagrada Familia, siguiendo los modos dulces y naturalistas propios de la escuela italiana. Vemos a María y el Niño en el centro de la composición, y junto a ellos la figura de San Juanito, ubicado en primer término. Completan la escena santa Isabel y Zacarías. El modo en el que el autor compone el triángulo que conforman la Virgen, el Niño y san Juanito sigue el modelo de La Madonna con il bambino e san Giovannino de Tiziano, actualmente la colección de la Galería Uffizi. En ambos casos vemos a la Virgen sosteniendo al Niño Jesús, que acerca tiernamente su rostro al de su madre. Junto a ellos, San Juan se inclina para acariciar el pie derecho de Jesús y lleva un pergamino enrollado en el brazo con la inscripción «Ecce Agnus Dei» («He aquí el Cordero de Dios»), en alusión al sacrificio de Cristo en la cruz. Un doble círculo de querubines asiste a la escena y anima el fondo de la obra. Se conocen otras pinturas tradicionalmente atribuidas a Tiziano y muy similares iconográficamente a la nuestra: una de ellas se conserva desde mediados del siglo XVIII en el Palazzo Barberini de Roma, otra estaba en el Palazzo Grimani de la misma ciudad, y otra se conserva en San Petersburgo.
Es precisamente la presencia de estas variantes de estas otras pinturas, muy similares a la de los Uffizi, lo que ha llevado a suponer razonablemente que existió un prototipo original de la mano de Tiziano, del que descenderían todas las demás pinturas producidas en su taller.
El sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea Santa Ana o San José quien aparezca, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados en forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas. Por otro lado, esta iconografía fue tradicionalmente, hasta la Contrarreforma, una representación de la Virgen con el Niño a la que se añadía la figura de San José en un primer plano. No será hasta las reformas de Trento cuando San José comience a cobrar protagonismo como protector y guía del Jesús Niño.