Escuela española o italiana; siglo XVII.
“San Jerónimo”.
Óleo sobre lienzo.
Presenta restauraciones.
Medidas: 72 x 68 cm.
En esta obra el pintor nos ofrece una imagen mística, muy propia del arte contrarreformista. Así, vemos una obra de composición teatral y barroca, con el santo en primer plano, destacado por la iluminación de su piel cálida que contrasta con la oscuridad del árbol que define casi la totalidad del paisaje. Como también es habitual en este momento, san Jerónimo aparece durante su periodo de penitencia en el desierto, meditando con la pluma en la mano, junto a un cráneo humano, la Cruz y las Sagradas Escrituras, además a sus pies se puede observar la presencia del león que reposa tranquilamente.
Uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia Latina, San Jerónimo nació cerca de Aquilea (Italia) en el año 347. Formado en Roma, fue un retórico consumado, además de políglota. Bautizado a los diecinueve años de edad, entre los años 375 y 378 se retiró al desierto de Siria para llevar una existencia de anacoreta. Regresó a Roma en el 382 y se convirtió en colaborador del papa Dámaso. Una de las representaciones más frecuentes de este santo es su penitencia en el desierto. Sus atributos son la piedra que emplea para golpearse el pecho y la calavera sobre la que medita. También el capelo cardenalicio (o bien un manto rojo), a pesar de que nunca fue cardenal, y el león domesticado. Este último procede de una historia de la “Leyenda Dorada”, donde se narra que un día, cuando explicaba la Biblia a los monjes de su convento, vio llegar a un león que cojeaba. Le extrajo la espina de la pata, y desde entonces lo mantuvo a su servicio, encargándole que cuidase de su asno mientras pacía. Unos mercaderes robaron el asno, y el león lo recuperó, devolviéndoselo al santo sin herir al animal.