Maestro flamenco; finales del siglo XV.
“Retrato de dama”.
Óleo sobre tabla de roble.
Medidas: 30,5 x 21 cm.
Este retrato de dama, atribuido a un maestro flamenco activo hacia finales del siglo XV, constituye un ejemplo notable de la refinada tradición retratística del norte de Europa durante el gótico tardío. La composición presenta una joven de rostro sereno, captada en tres cuartos y ligeramente girada hacia la izquierda, en una postura que denota recogimiento y contención, cualidades asociadas al ideal femenino de virtud y decoro en la época.
La figura destaca con nitidez sobre un fondo monocromo verde, un recurso frecuente en la retratística flamenca del periodo, que no solo realza la presencia del personaje, sino que también sugiere una atmósfera sobria y atemporal. Este tipo de fondo, desprovisto de anécdota o contexto arquitectónico, remite al interés de los artistas flamencos por centrar la atención en la expresión, el gesto y la individualidad del retratado.
La obra guarda claras afinidades formales con la pintura del maestro de la leyenda de santa Úrsula, pintor flamenco del siglo XV. Tambien muestra similitudes con algunos de los retratos de Hans Memling, particularmente con su Retrato de anciana, aunque en este caso la protagonista es visiblemente más joven. Al igual que en las obras de Memling, el tratamiento del rostro evidencia una minuciosa observación naturalista, subrayada por la precisión en el modelado, la sutil transición tonal en la piel y el detallado estudio de los elementos del atuendo, como el velo y la cofia.
La calidad técnica de esta pintura se manifiesta en el fino empaste, la suavidad del claroscuro y la atención al detalle en los tejidos y accesorios, lo que revela el alto grado de especialización alcanzado por los talleres flamencos de finales del siglo XV. Esta destreza técnica no se limitaba al virtuosismo formal, sino que respondía a un profundo interés por capturar la interioridad del sujeto, lo que convierte estos retratos en documentos de identidad espiritual además de social.
La pintura flamenca de este periodo jugó un papel crucial en la evolución del retrato como género autónomo en Europa. Su influencia se extendería por toda la Cristiandad, gracias a la circulación de obras y la reputación de sus artistas, siendo clave en la formación de la sensibilidad visual renacentista. Este retrato, por tanto, no solo destaca por su alta calidad pictórica, sino también por su pertenencia a una de las escuelas más influyentes del arte occidental, cuyo legado marcó un punto de inflexión en la representación del individuo y en la construcción de la imagen personal en la Edad Moderna.
La conjunción del hallazgo de la naturaleza, de la observación objetiva, del estudio de lo concreto, de la valoración de lo cotidiano, del gusto por lo real y material, de la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hizo que el artista flamenco comulgase con la realidad del día a día, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad.