Escuela española; primera mitad del siglo XIX.
“Bodegón”.
Óleo sobre lienzo. Conserva tela original.
Posee marco original con faltas.
Medidas: 63 x 83 cm; 72 x 92 cm (marco).
Durante el siglo XIX, el género del bodegón en la pintura española experimentó una continuidad significativa respecto a las tradiciones establecidas durante el Siglo de Oro, especialmente en lo que se refiere a la herencia barroca. Lejos de quedar relegado ante la emergencia de nuevas corrientes estéticas, como el romanticismo, el realismo o los primeros impulsos del naturalismo, el bodegón persistió como un espacio privilegiado para la experimentación técnica, la exploración simbólica y el virtuosismo compositivo.
La permanencia del modelo barroco es particularmente visible en la elección de los objetos representados, en la composición rigurosa de las escenas y en el empleo del claroscuro para generar volumen y profundidad. Así, muchos artistas del siglo XIX retomaron la disposición de los elementos sobre superficies sobrias, el tratamiento minucioso de texturas metales bruñidos, frutas maduras, loza, vidrio, flores marchitas y la creación de atmósferas silenciosas que remiten directamente a los modelos de Francisco de Zurbarán, Juan Sánchez Cotán o Juan van der Hamen y León.
Sin embargo, este retorno al barroco no fue un simple ejercicio de repetición estilística, sino una relectura adaptada a los códigos visuales y culturales del siglo XIX. En este contexto, el bodegón se convirtió en un campo de afirmación académica y de refinamiento técnico, donde los pintores podían exhibir su dominio del dibujo, del color y de la ilusión óptica. De este modo, se integró plenamente en los circuitos oficiales del arte.
Algunos artistas, como Eugenio Lucas Velázquez, Antonio María Esquivel o Ramón Martí Alsina, desarrollaron composiciones de notable calidad, en las que la fidelidad al detalle convive con una cierta poética del objeto. En Cataluña, por ejemplo, la tradición del bodegón floreció especialmente en torno al realismo académico, mientras que en Madrid, los pintores ligados a la Corte y a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando lo cultivaron con un espíritu más historicista.