Escuela holandesa o flamenca de finales del finales del siglo XVII.
"Batalla".
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 125 x 165 cm.; 135 x 175 cm.(marco).
Nos encontramos ante una obra que revive, con elocuente dramatismo y maestría compositiva, un episodio histórico (probablemente de la Guerra de los Ochenta Años) pero que trasciende el hecho concreto para transmitir el ethos visual de la guerra en los convulsos tiempos del siglo XVII en los Países Bajos.
Esta pintura, firmemente enraizada en los modelos de Sebastiaen Vrancx (figura clave del panorama flamenco del siglo XVII, especializado en el género de batallas) despliega una narrativa visual tan dinámica como meticulosamente construida. Otros referentes cercanos podrían ser Pieter Snayers, Esaias van de Velde o Adam Frans van der Meulen.
La composición es marcadamente panorámica, concebida como un amplio friso bélico en el que cada figura contribuye a la teatralidad del conjunto. El campo de batalla se abre en un eje horizontal que se extiende hasta el horizonte, donde las nubes y humaredas se funden en una bruma incierta, evocando el clímax de la contienda y sugiriendo una atmósfera cargada, suspendida entre la pólvora y el cielo.
La escena se desarrolla con una organización centrífuga: los jinetes irrumpen desde distintos flancos, en violentas diagonales que rompen la estabilidad de la escena. Caballos en escorzo, otros en fuga o derribados, introducen un ritmo convulso, casi coreográfico. El primer plano está poblado de figuras que permiten una lectura dramática de las emociones: rostros desencajados por el espanto y ojos que reflejan la intensidad del instante final. Este énfasis en la psicología gestual es propio de Vrancx y de la tradición flamenca en general. Uno de los bandos lucen armaduras bruñidas que captan la luz con un virtuosismo técnico notable.
El espacio se organiza en planos superpuestos, con una transición gradual desde las figuras de gran escala en el primer término hasta las miniaturas guerreras en la lejanía. Esta estructura piramidal invertida, propia de Vrancx, guía la mirada a través del caos hacia un horizonte lleno de siluetas ecuestres, pendones alzados y sutiles columnas de humo que se diluyen en el celaje.