Escuela italiana; siglo XVIII.
“Josué contra los amorreos ante las murallas de Jericó”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta inscripción ilegible en la zona inferior.
Medidas: 106 x 162 cm.
En el relato bíblico, Josué y los israelitas derrotaron a los amorreos en una serie de batallas, conquistando la tierra prometida. Los amorreos, junto con otros pueblos cananeos, se resistieron a la conquista, pero fueron derrotados por Josué y los israelitas. La conquista de la tierra de los amorreos y otros pueblos cananeos marcó un hito en la historia de Israel, ya que les permitió establecerse en la tierra prometida. Es la lucha frente a las murallas de Jericó lo que se representa en esta escena bíblica. Josué capturó a los cinco reyes amorreos y los mandó ejecutar, colgándolos de árboles.
La pintura atribuida a la Escuela italiana del siglo XVIII representa una escena dramática y vigorosa de la batalla bíblica entre Josué y los amorreos, descrita en el Libro de Josué, capítulo 10. Este episodio es célebre por el milagro en el que, según la Escritura, el sol se detuvo en el cielo para permitir al ejército israelita completar su victoria. La elección de este tema refleja el interés del arte barroco tardío por las narrativas sagradas cargadas de acción, simbolismo y trascendencia moral.
En la obra, la composición está dominada por el movimiento, la tensión y el contraste entre luz y sombra, recursos que intensifican la emotividad del momento representado. Josué, figura central, aparece como líder elegido por Dios, símbolo de fe y obediencia divina, mientras que la disposición de los cuerpos y la gestualidad de los combatientes enfatizan el caos y la violencia del conflicto. El cielo dramático sugiere la intervención sobrenatural, subrayando el carácter providencial del triunfo israelita. La importancia del tema radica en su valor teológico y moral: la victoria de Josué no es solo militar, sino espiritual, y ejemplifica la recompensa de la fidelidad a Dios frente a la idolatría y la injusticia. En el contexto del siglo XVIII, esta escena también servía como alegoría del triunfo del orden cristiano sobre las fuerzas del desorden y la impiedad, en sintonía con los ideales contrarreformistas aún vigentes en la cultura italiana de la época.