Escuela española; finales del siglo XVII.
“Inmaculada concepción”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco de época.
Medidas: 100 x 73 cm; 110 x 83 cm (marco).
En esta obra el autor plasma una imagen típicamente barroca de la Inmaculada, María aparece de pie, vestida con túnica blanca, con el manto del habitual azul celeste. Un delicadísimo halo, compuesto por las doce estrellas que representan las tribus de Israel, cubre su cabeza, de mirada baja. Se alza sobre un pedestal de nubes, con un cuarto creciente que simboliza en la iconografía inmaculista la castidad de Diana y la victoria cristiana contra los musulmanes. Se trata de una imagen de gran claridad, en alusión a la victoria de María sobre el Pecado Original. La figura destaca sobre un fondo de tonos grisáceos, un rompimiento de gloria cerrado con cúmulos de nubes trabajados con gran ilusionismo entre los que asoman numerosos ángeles niños, en su mayoría trabajados en tonos dorados, reflejo de la luz divina.
El dogma de la Inmaculada defiende que la Virgen fue concebida sin Pecado Original, y fue definido y aceptado por el Vaticano en la Bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de 1854. Sin embargo, España y todos los reinos bajo su dominio político defendieron antes esta creencia. Iconográficamente, la representación toma textos tanto del Apocalipsis (12: “Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas”) como de las Letanías Lauretanas rezadas tras el rosario y que contenía epítetos de María tomados del Cantar de los Cantares del Rey David. Uniendo ambos textos y tras una evolución que ya comienza a finales de la época del Gótico, se llega a una tipología muy sencilla y reconocible que presenta a la Virgen sobre el cuarto lunar, con las estrellas en su cabeza y vestida de luz (con un halo en la cabeza sólo o en todo el cuerpo).