Seguidor de FRANCISCO DE ZURBARÁN (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664); segunda mitad del siglo XVIII.
“Santo con bodegón”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco del siglo XIX.
Medidas: 119 x 94 cm; 131 x 104 cm (marco).
Esta obra presenta a un monje sentado en soledad frente a una mesa, dispuesto de frente, en actitud de recogimiento. La escena se articula en torno a una composición sobria y silenciosa, en la que predominan los valores de contención y espiritualidad que caracterizan a la escuela española del Siglo de Oro, y en particular a la influencia de Francisco de Zurbarán. El modelo evidente es el cuadro de San Hugo en el refectorio (Museo de Bellas Artes de Sevilla), del que esta pintura recoge no tanto la literalidad compositiva como la esencia meditativa y ascética.
El monje aparece aislado en un entorno casi despojado, acompañado únicamente por una mesa sencilla sobre la que reposan un pan redondo y una jarra de loza blanca, dispuestos con precisión. La pintura, lejos de ser una mera copia, reinterpreta el legado de Zurbarán con fidelidad al espíritu original, destacando la permanencia de un lenguaje pictórico profundamente arraigado en la mística del barroco español.
A nivel formal el autor de nuestro lienzo también se muestra directamente heredero del maestro, cuya obra debió conocer bien, seguramente de primera mano. Zurbarán fue un pintor de realismo sencillo, excluyendo de su obra la grandilocuencia y la teatralidad, e incluso podemos hallar algo de torpeza en el momento de resolver los problemas técnicos de la perspectiva geométrica, pese a la perfección de su dibujo en anatomías, rostros y objetos. Tampoco le interesan los escorzos ni la sugerencia de espacios ilusionistas a la italiana. Aquí vemos algo similar, una figura magníficamente trabajada, totalmente protagonista, en contrast. También en lo compositivo se acerca a Zurbarán, no sólo por seguir sus modelos, sino también por la severidad y el orden riguroso, que alcanza un nivel excepcional de emoción piadosa. Con respecto al tenebrismo, el pintor lo practicó sobre todo en su primera época sevillana, tanto en sus conocidas obras monásticas como en piezas para devoción privada. Esta primera época es a la que se muestra cercano el autor de nuestra pintura, tanto en su temática como en sus valores formales. También se aproxima al maestro en su técnica excepcional, que le permite representar los valores táctiles de las telas y de los objetos. Vemos por tanto una obra cercana al maestro en su sobriedad, la fuerza expresiva y la plasticidad de su figura, características que situaron a Zurbarán en la cumbre de los maestros españoles del Siglo de Oro y que lo convirtieron en el maestro barroco que más conmueve nuestra sensibilidad moderna.