Escuela española o italiana; siglo XVIII.
“Alegoría del Espíritu Santo inspirando San Jerónimo, San Pablo, San Juan, San Mateo y San Lucas”,
Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XVIII.
Medidas: 140 x 53 cm.
La obra, realizada por un autor anónimo de la escuela española del siglo XVIII, representa una alegoría del Espíritu Santo inspirando a San Jerónimo, San Pablo, San Juan, San Mateo y San Lucas. La composición, de formato apaisado, responde a un planteamiento equilibrado entre el mundo celeste y el plano terrenal, articulado a través de un fuerte simbolismo teológico y una disposición narrativa clara y efectiva, típica del arte religioso del periodo barroco tardío.
En el extremo derecho de la escena, la figura de la paloma del Espíritu Santo, símbolo tradicional de la Trinidad, irradia rayos de luz dorada que se expande hacia el resto de la composición, iluminando de forma simbólica a los santos escritores del Nuevo Testamento. Esta luz no solo cumple una función compositiva, sino que refuerza el mensaje doctrinal de la inspiración divina como origen de las Sagradas Escrituras.
En el plano terrenal, los cuatro evangelistas aparecen sentados, siendo solos dos de ellos los que se representan con sus atributos tradicionales: el toro para San Lucas y el ángel para San Mateo. El conjunto termina con San Jerónimo , este último identificado como el traductor de la Biblia y figura clave en la transmisión del texto sagrado. Sus posturas, gestos y miradas muestran recogimiento, reflexión y revelación, captando el momento en que reciben el influjo divino.
En un segundo plano, a la izquierda, se aprecia la figura de Cristo vestido con túnica roja, emblema de su sacrificio, lo que refuerza la conexión directa entre la figura del Salvador y los textos que dan testimonio de su vida y mensaje. La inclusión de Jesús en esta zona elevada o secundaria dentro de la escena refuerza la relación entre el Verbo encarnado y la Palabra escrita, que los evangelistas y padres de la Iglesia se encargan de preservar.
Los colores son cálidos y sobrios, con una paleta dominada por ocres, rojos y dorados, típicos del repertorio español dieciochesco, mientras que el claroscuro y la composición revelan la influencia persistente del barroco.