Escuela aragonesa del siglo XVI.
"Cristo con María y San Juan".
Óleo sobre tabla.
Medidas: 117 x 135 cm.
Nos hallamos ante una obra representativa de la escuela aragonesa del siglo XVI, de considerables dimensiones, que conjuga con singular maestría elementos del gótico tardío con incipientes atisbos del Renacimiento. La escena, una sacra conversación celeste, se articula en una rigurosa composición piramidal, símbolo de la armonía divina, donde las figuras de Cristo, la Virgen María y San Juan Bautista se disponen solemnemente aposentadas sobre un lecho de nubes, a modo de etéreo podio algodonoso que sugiere su elevación espiritual y su separación del mundo terrenal.
Cristo ocupa el vértice de la pirámide compositiva, entronizado en el centro y sosteniendo con firmeza una monumental cruz en su diestra, símbolo de su sacrificio redentor. Su pie descansa sobre una calavera, bajo la cual se enrosca una serpiente y yace una manzana, clara alusión iconográfica al pecado original, vencido por la muerte y redimido por su pasión.
A la izquierda, San Juan Bautista, con su bastón adornado por una filacteria, señala con su mano derecha al Mesías, en un gesto de reconocimiento profético. Su fisonomía, de sorprendente similitud con la de Cristo, sugiere una deliberada simetría espiritual, subrayando su papel como precursor del Redentor.
A la derecha de Jesús, la Virgen María entrecruza las manos sobre el pecho en una actitud de devota contemplación. Su rostro, de mirada esquiva y melancólica, se aparta intensificando la atmósfera introspectiva de la composición.
Las vestiduras de los tres personajes son de una riqueza plástica notable, definidas por amplios pliegues quebrados y profundos drapeados que revelan una sensibilidad formal influida por las corrientes renacentistas italianas y la pintura flamenca, si bien anclada aún en una estética hispánica de ascendencia medieval. Este contraste se ve acentuado por el fondo dorado, herencia del mundo bizantino y gótico, que actúa como un campo atemporal donde las figuras, dotadas de corporeidad renacentista, emergen con nobleza monumental.
En la escuela aragonesa de finales del siglo XV-principios del siglo XVI el influjo italiano llega primero en su forma primitiva, con las obras del Quattrocento, y pronto deja paso a las contemporáneas influencias manieristas. Se produce en esta centuria la transición entre el lenguaje de influencia flamenca y el nuevo estilo italianizante, que deja atrás el sentido rico y detallista del lenguaje hispanoflamenco. No obstante, esta llegada de nuevos estilos no será uniforme en toda España; en el litoral mediterráneo llegarán antes estas influencias gracias a la vinculación de la corona de Aragón con Italia. En cambio, en Castilla y el interior de la Península pervivirán las influencias flamencas y tardogóticas, en gran parte impulsadas por los Reyes Católicos y por una clientela aún apegada a las antiguas formas.