Escuela andaluza; segundo tercio del siglo XVIII.
“Divina Pastora coronada”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX.
Posee marco de finales del siglo XIX.
Medidas: 56 x 42 cm; 113 x 76 cm (marco).
El tema de la “Divina pastora” alcanzó una gran popularidad tras la contrarreforma, ya que ensalzaba el papel de la Virgen en la religión cristiana, por dicho motivo se potenciaron iconografías como la Purísima, la Dolorosa y la Divina Pastora. En este caso concreto la pieza trasciende el propio tema al mostrarnos a la Virgen como reina de los Cielos, ya que está siendo coronada por su hijo Jesús y Dios. De tal manera que el autor inmortaliza a la Virgen como símbolo de transición entre lo terreno y lo celestial.
Los orígenes de la devoción a la Divina Pastora son imprecisos hasta el siglo XVIII: existen referencias a María como pastora en los escritos de Juan el Geómetra, san Juan de Dios, san Pedro de Alcántara, la venerable María Jesús de Ágreda y santa María de las Cinco Llagas, si bien su difusión generalizada se debe a un sacerdote capuchino de gran devoción mariana, fray Isidoro de Sevilla, quien en 1703 le encargó un lienzo con este tema a Alonso Miguel de Tovar (hoy podemos contemplar una obra similar, del mismo tema y también realizada por Tovar, en el Museo Carmen Thyssen de Málaga). Asimismo, en 1705 escribió “La Pastora Coronada”, obra en la que expuso su idea predicable de la Virgen como pastora. El padre la describe de la siguiente forma: “en el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen Santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura, la túnica roja pero cubierto el busto hasta las rodillas de blanco pellico ceñido a la cintura, un manto azul terciado al hombro izquierdo, envolverá pastoril y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al Niño, y posará la mano derecha sobre un cordero que acoge en su regazo. Algunas ovejas rodearán a la Virgen, formando su rebaño, y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran. En la lontananza, una oveja extraviada era perseguida por el lobo, pero pronunciando el Ave María, aparecía san Miguel con la flecha que hunde en la testuz del lobo maldito”.