Escuela de BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 – 1682)
“San Agustín”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Posee marco c. 1830.
Medidas: 30 x 23 cm; 38 x 31 cm (marco).
Retrato devocional de fuerte intensidad espiritual y plástica. El santo obispo aparece de medio cuerpo, ligeramente girado hacia el espectador, con la mirada penetrante y cargada de gravedad, en un gesto que combina reflexión intelectual y autoridad moral.
El artista lo representa con los atributos propios de su condición episcopal: viste capa pluvial con bordes dorados, adornada con un broche ovalado de intenso rojo, y porta la mitra, símbolo de su dignidad jerárquica. La mano derecha se posa con firmeza sobre un volumen, aludiendo tanto a su faceta de Padre de la Iglesia como a su condición de escritor y teólogo fundamental de la tradición cristiana. La barba abundante, junto con la expresión de los ojos, acentúan el carácter meditativo y a la vez enérgico de su personalidad.
La composición se articula sobre un fondo oscuro, típico del lenguaje barroco sevillano, que intensifica el claroscuro y otorga protagonismo absoluto a la figura. La luz incide directamente sobre el rostro y la indumentaria, modelando los volúmenes con un realismo contenido y un tratamiento delicado de las carnaciones, cercano al estilo de Murillo, donde la suavidad de las transiciones lumínicas convive con un acento expresivo muy marcado.
En el plano narrativo, la obra trasciende el retrato físico para convertirse en un vehículo de contemplación: San Agustín es presentado como doctor de la Iglesia y guía espiritual, en un formato que invita al espectador a la meditación sobre la fe y el conocimiento. La pieza refleja, por tanto, tanto la impronta devocional del barroco sevillano como la sensibilidad murillesca hacia la representación de lo sagrado a través de la humanidad y cercanía de los santos.