Círculo de FRANCISCO RIBALTA (Solsona, Lérida, 1565-Valencia, 1628). “Calvario”.
Óleo sobre tabla.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica y refuerzos en la tabla.
Medidas. 48 x 34 cm; 55 x 41 cm (marco).
Esta pintura representa una escena profundamente emotiva de la Crucifixión de Cristo, un tema central en el arte sacro de la época. En el centro de la composición, Jesús aparece crucificado, con un halo que resalta su divinidad, mientras su cuerpo refleja una serena entrega al sacrificio. A su izquierda, la Virgen María, vestida con los colores tradicionales de su iconografía, el rojo y el azul, muestra una expresión de profundo dolor y resignación, mientras lleva un paño a su rostro, simbolizando su aflicción. A la derecha, San Juan Evangelista agarra su capa en un acto íntimo de desconsuelo que armoniza con la oscuridad total en la que queda envuelta la escena. Un recurso que realza no solo la presencia volumétrica de las figuras, sino que aporta una atmosfera de quietud y de silenció absoluto que armoniza con la solemnidad del tema tratado.
Estéticamente la obra recuerda en gran medida a los modelos compositivos de , Ribalta. Este inició su formación en El Escorial, dentro del manierismo que dominaba la pintura de corte en esos momentos. Tras iniciar su carrera en Madrid se traslada a Valencia en 1599, seguramente alentado por el mecenazgo del patriarca arzobispo Juan de Ribera. Ya allí realiza sus primeras obras conocidas, los retablos para la iglesia de Algemesí, que denotan un estilo a caballo entre el manierismo escurialense y el naturalismo. Durante estos primeros años del siglo XVII realizó varios encargos para el arzobispo, cuya muerte en 1611 marcará un cierto giro estilístico dentro de la obra de Ribalta. Su lenguaje toma un sesgo intimista y profundo, muy acorde con el talante más piadoso de la Contrarreforma, inspirándose en la gravedad solemne de ciertos modelos de Sebastiano del Piombo que conoció en la propia Valencia. Ribalta supo compaginar estas influencias con un lenguaje naturalista y directo para el que se mostró especialmente dotado. También su cromatismo se tornó más contenido y sobrio, y sus figuras perdieron en gesticulación para ahondar en intensidad expresiva. Desde la segunda década del siglo trabajaron con él su discípulo Vicente Castelló y su hijo Juan Ribalta, formando los tres un sólido y prolífico equipo artístico, en el que a veces no resulta fácil distinguir sus individualidades. En torno a 1618 Ribalta cae enfermo, y en este momento se inicia su última etapa, la más madura de su producción. Pintará menos obras, pero su estilo se torna más intenso y emotivo, adentrándose en un naturalismo profundo de conmovedora fuerza, como se aprecia en su gran cuadro “Abrazo de san Francisco al Crucificado”, pintado para los capuchinos de Valencia hacia 1622. Seis años más tarde moriría Francisco Ribalta, y pocos meses también su hijo Juan, dejando trazadas en la pintura valenciana pautas que perdurarían durante mucho tiempo, condicionando el desarrollo del estilo barroco. De hecho, Ribalta fue, junto a Velázquez y Ribera, uno de los principales fundadores del lenguaje naturalista en España.Se pueden contemplar obras de Francisco Ribalta en el Museo del Prado, la National Gallery de Londres, el Museo de Bellas Artes de Valencia, el Hermitage de San Petersburgo, el Louvre, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Chi-Mei de Taiwán y el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, entre otras de las pinacotecas.