AGUSTÍN ESTEVE MARQUÉS (Valencia, 1753 – 1820).
“Posible retrato de Maria Magdalena de la Cueva y de la Cerdá, marquesa de Villatorcas, condesa de Cervellón, condesa de Elda ”.
Óleo sobre lienzo.
Obra reproducida en: BADETZ YVES., “Marc du Plantier”, Norma Editeur, 2011,
Procedencia: Colección Condes de Cervellón, Colección Duques de Fernán Núñez, Colección Marquesa de Villatorcas, Colección privada española.
Posee marco de época.
Medidas: 130 x 102 cm; 141 x 114 cm (marco).
En esta pintura de estética claramente rococó, se representa a una mujer adulta que emerge con solemnidad desde un fondo negro, cuyas tinieblas refuerzan tanto la concentración de la figura como la carga simbólica del gesto que protagoniza la escena. Vestida con un traje de tonos verdes y rosados, cuyo tejido parece capturar con delicadeza la luz, la figura femenina se sitúa en el centro de la composición. El gesto principal que estructura la imagen es el de su mano derecha, que sostiene una rosa,mientras que con la izquierda sostiene un abanico cerrado.
Este retrato, probablemente ejecutado hacia 1789, podría representar a María Magdalena de la Cueva y de la Cerda, condesa de Cervellón, de Elda y de Villatorcas, nacida en 1769 como hija del XIII duque de Alburquerque. Su enlace matrimonial con Felipe Carlos Osorio, VII conde de Cervelló, tuvo lugar en ese mismo año, lo cual concuerda no solo con la probable datación de la obra, sino también con el modo en que la figura parece capturada en la plenitud de su juventud y dignidad recién adquirida. La contención del gesto, la mirada contenida y la sobria elegancia del conjunto parecen aludir tanto a su noble condición como al sentido de responsabilidad y recogimiento que implicaba su papel en la sociedad cortesana de finales del siglo XVIII.
Estilísticamente la obra recuerda a la pintura de Agustín Esteve, quien destacó fundamentalmente por los innumerables retratos que realizó a los nobles de la Corte y a los altos burócratas cortesanos. Bajo la protección de Godoy y de las familias Osuna y Alba, el pintor desarrolló una exitosa carrera en la corte hasta 1808. Como en el caso de otros artistas de su generación, la invasión francesa de 1808 y el periodo convulso que se dura hasta 1814, unido a la aparición de nuevos pintores y al declive natural del envejecimiento, provocará que a partir de la restauración fernandina de 1814 su estrella se eclipse en encargos menores y que incluso, al final de su vida, llegue a pasar apuros económicos. Nacido en el seno de una familia de artistas, Agustín Esteve recibió las primeras lecciones de su padre, el escultor Antonio Esteve. A continuación, ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, y desde allí pasó a la de San Fernando de Madrid, donde en 1773 fue galardonado por primera vez, con un premio de tercera clase en el concurso anual de la Academia. Tras finalizar esta etapa final de su formación, en la que se observa la influencia del magisterio de Mengs, Esteve pasa a ser ayudante de Francisco de Goya, algo que marcará profundamente la obra del valenciano desde entonces. La actividad al lado de Goya debió ser intensa desde 1780, dado que tras la muerte de Carlos III el nuevo rey encargará al aragonés numerosos retratos para diferentes instituciones, muchos de los cuales fueron realizados directamente por Esteve basándose en originales de Goya. Por estos años el pintor iniciará sus buenas relaciones con la corte, llegando a ser retratista oficial primero de la casa de Osuna, y finalmente principal de la corte a finales del siglo XVIII. Así, el patrocinio de Goya y la intensa actividad retratista de Esteve tuvieron finalmente su recompensa al ser nombrado Pintor de Cámara en 1800. Con la entrada en Madrid de los franceses y la subida al trono de José I, se planteó a Agustín Esteve la misma disyuntiva que al resto de los pintores de Cámara sobre la fidelidad al nuevo soberano. Esteve, como el resto, se puso a las órdenes del nuevo rey y recibió sus sueldos como tal pintor de Cámara. A pesar de ello, al regreso de Fernando VII no tuvo problemas para reincorporarse al servicio de su antiguo señor, al no haberse significado al favor del hermano de Napoleón. Sin embargo, hacia 1814, con sesenta y un años, la decrepitud física de Agustín Esteve era evidente, sus mejores tiempos habían pasado ya. Y más teniendo en cuenta que el exilio de Goya y el ascenso de Vicente López lo arrinconarían entre los pintores de Cámara, si bien siguió realizando algunos encargos importantes.
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