ANDRÉS PÉREZ (Sevilla, 1660- 1727).
“Virgen del Rosario con el Niño y orla de Flores”
Óleo sobre lienzo. Reentelado del siglo XIX.
Presenta restauraciones.
Posee marco del siglo XIX.
Medidas: 165 x 105 cm; 188 x 131 cm (marco).
Vemos en este lienzo una composición típica del periodo barroco heredera de los países bajos. Se trata de un esquema que combina una guirnalda de flores, en ocasiones también de frutos, aunque no en este caso concreto, con una representación religiosa de tipo devocional en el interior. El autor aúna los géneros de la pintura religiosa y la naturaleza muerta, buscando una mayor suntuosidad y un sentido teatral, casi de trampantojo, muy del gusto de la pintura barroca. Cabe señalar que, en este tipo de composiciones, las flores no son simplemente un elemento secundario, o accesorio, sino que están trabajadas con el mismo cuidado, y con la misma calidad que la imagen religiosa. De hecho, en ocasiones evidencian incluso una mano más hábil, ya que a menudo estas obras eran fruto de la colaboración de un pintor de flores y otro especializado en la figura humana. En esta ora en concreto es reseñable señalar que alguna de las flores que forman parte de la guirnalda poseen escenas religiosas en su interior.
Estilísticamente, el énfasis en el dibujo se equilibra con un preciso trabajo tonal que resalta la variedad de texturas y calidades, de ropajes, carnaciones y objetos litúrgicos. Por las características técnicas, la representación de elementos muy propios del arte andaluz. Esta obra se puede inscribir estéticamente en el momento en que la escuela andaluza alcanzó su mayor esplendor, tanto por la calidad de las obras como por el rango primordial de la pintura barroca hispalense. Especialmente vinculada con la pintura de Andrés Pérez. Existen pocos datos sobre la biografía del pintor Andrés Pérez, hijo de pintor Francisco Pérez de Pineda, de quien seguramente fue discípulo. Según Cean a pesar de la influencia murillesca propia de la época, Andrés Pérez posee características propias de estilo, como por ejemplo un dibujo muy preciso, personajes de amable expresividad, y amplios escenarios en los que recuerda a ambientes arquitectónicos o perspectivas paisajistas. Las dos obras más relevantes que se conocen de este pintor, se conservan en el Museo de Bellas artes de Sevilla, habiendo sido atribuidas a Ortega y a Lucas Valdés. Sus obras poseen una simbología, marcadamente eucarística, quizás por los encargos para capillas.